La crisis de Marco Rico en plena campaña electoral

Los abucheos que recibió Marco Rico en la reciente visita de Claudia Sheinbaum son muestra de la crisis que vive el dirigente estatal de Morena Hidalgo, quien parece convencido de que la marca del partido guinda le alcanzará para solventar el reto político que tiene en estas elecciones.

No se tiene recuerdo, al menos en Hidalgo, de que en la efervescencia electoral, con la presencia de un candidato a la Presidencia de la República, el dirigente del partido en el poder haya sido abucheado y señalado con bravura y tesón como lo ocurrido al líder de Morena Hidalgo, Marco Antonio Rico, en la reciente visita a la entidad de la candidata presidencial, Claudia Sheinbaum.

 

En su visita al municipio de Actopan, la candidata guinda tuvo que pasar la vergüenza con la que carga el dirigente estatal, lo que significa que una parte de la estructura desconoce su liderazgo y su falta de oficio político para hacer una operación cicatriz y lograr el consenso de todos los grupos morenistas en Hidalgo. Lo que se concluye es que le ha quedado grande el compromiso de su primera campaña ya instalados en el poder gubernamental.

 

Cuando menos en esta contienda, Marco Rico ha quedado al desnudo sobre su limitada forma de lograr acuerdos, cuando en realidad, podría ser una importante vitrina para su futuro político, porque en la lógica elemental, el que sea el líder político de su partido, debería tener los blasones para enfrentar una elección que será el retrato de aceptación de Morena en el poder.

 

Lo cierto es que de principio a fin, al menos hasta ahora, las huestes morenistas se encuentran nerviosas, desorganizadas, siempre improvisando, toman decisiones de último momento y principalmente las y los candidatos a diputados locales, diputados federales y senadores, no tienen el menor acompañamiento ni certeza de su partido.

 

Es evidente que cada que pueden y coinciden entre compañeras y compañeros candidatos cuchichean y al oído platican del desamparo en el que los tiene su partido, porque prácticamente tienen que resolver infinidad de situaciones -que en teoría le corresponden a la dirigencia estatal-, además de una estrategia que debió construirse desde hace muchos meses para apuntalar a sus candidatas y candidatos.

 

Este desorden electoral se ve traducido en toda la operatividad de las campañas, porque las y los candidatos buscan por sus propios medios solventar desde el sentido común las desatenciones de su partido, porque su líder no ata ni desata absolutamente nada, es más, ni siquiera se sabe en dónde se ha metido estos casi 60 días de campaña.

 

El dirigente estatal debe tener claro que en sus manos está la responsabilidad de la aceptación y prestigio de su partido, pero además esta elección también significa qué tanta aprobación tiene el gobierno de Julio Menchaca, a quien se le ve muy interesado en poner orden y articular los esfuerzos de la administración estatal en favor de la gente.

 

Hoy, Marco Rico tiene los reflectores puestos y sobre sus hombros pesará el resultado electoral y parece que se siente convencido que la marca de Morena le alcanzará para solventar este reto político y ojalá reflexione que no sólo se trata de él, sino del prestigio de un partido que en teoría tendría que caminar en caballo de hacienda, pero al paso que va, parece que camina en un pony.

 

Con el inicio de la campaña a los ayuntamientos se sabrá si las decisiones que se tomaron desde la dirigencia estatal fueron las correctas o fallidas, además se podrá tener un panorama claro de la verdadera fuerza del partido guinda en Hidalgo. Por lo pronto, vemos aspirantes ansiosos, que se sienten seguros de lograr el triunfo aún sin meter el acelerador en su campaña.

 

Lo ocurrido en la visita de Sheinbaum es un claro ejemplo de que algo no anda bien y a estas alturas ya es muy tarde tratar de recomponer.         


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