La torpeza de vivir sin vivir

En ese mundo donde las máscaras se suceden inagotablemente, donde el cinismo se vuelve apetito y corrupción, la carne duele, los sentidos se apretujan y el corazón se vuelve nudo, en ese mundo me tocó vivir.

Allí donde la identidad se pierde, donde nadie es nadie, en ese espacio de generaciones que se suceden infinitamente, pero donde nadie mira, donde la indolencia nos ha vuelto objetos, cosas que deambulan sin sentido, sin que nada ni nadie pueda detener el tiempo.

Las sombras se acumulan, atraviesan mi piel y se enredan en mis pensamientos, aquellos que rehúyo porque me hieren como espinas, que cruzan por las zonas erróneas que intenté derrotar y donde perdí mil batallas.

Me envuelve la primera y la última luz, nada las hace diferentes cuando me escondo, cuando no dejo que las cosas vacías me atormenten, que  impidan la torpeza de vivir sin vivir, demasiado tarde para renunciar y muy temprano para abandonar.

Entre la multitud se pierde el aliento, se funde en las miradas vacías de los que deambulan con prisa, esa misma prisa que aprisiona el tiempo y me vuelve esclavo cuando aún quiero soñar.

Despierto pero aún duermo el sueño de la fantasía, de los anhelos que no se frustran  porque no atraviesan a la realidad que suele ser aburrida, lógica y eufemística, con la fuerza del desamparo que impone lo cotidiano, aquello que el domingo rechaza.

Así se diluye la vida, sin nada que ganar porque nada te pertenece, porque nada es tuyo y lo prestado tampoco es para siempre; así, como si nada importara importándolo todo, bajo la crítica mordaz de los que en el fondo sienten lo mismo, pero que en su ostracismo prefieren a la cobardía que otorga el cinismo y la simulación de maniquí.

Inmutable dejo las huellas de un mundo que nada entiende porque está más preocupado del tener y que empuja a tener; parece que la vida nos pertenece, pero es una ilusión bastarda y tan añorada por los pusilánimes, aquellos que hicieron de la bandera el pabellón de la muerte, aquellos que ensuciaron mi memoria y la de millones, a ellos el desprecio de la inteligencia, de la verdad, de aquello que negaron al salir y al entrar.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.






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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.