Sin grandes reflectores y con la marcada erosión del tiempo, la guerra ruso-ucraniana continúa dejando pérdidas humanas de ambos bandos, sin que la ONU actúe -como sí lo hace con el genocidio israelí en Palestina- y pueda pronosticarse el fin el conflicto.
El desgaste del gobierno de Zelenski, títere de Estados Unidos, ha puesto en vilo a su población, pues el costo social trasciende al sacrificio nacionalista, mientras el gobierno de Putin avanza en sus pretensiones de control más allá de la población ucraniana que se identifica con la posible adhesión a la federación rusa.
Sin embargo, el conflicto con Ucrania no ha sido un paseo por el bosque para el pueblo ruso. Las movilizaciones sociales exigiendo al gobierno de Putin el cese al fuego son constantes y de ellas destaca la protesta de mujeres que exigen el retorno de sus hijos, hermanos, nietos y maridos que se encuentran peleando en una guerra sin sentido.
Por su parte, los avances rusos en Ucrania han sido significativos y se caracterizan por ser intermitentes, parte de una estrategia de desgaste y terror bélico que habrá de terminar con repercusiones psicológicas sin precedentes entre la población ucraniana.
Los conflictos bélicos que estamos presenciando, como el ruso-ucraniano y el israelí-palestino, son evidencia del imperialismo que sigue en boga, en un mundo donde las pretensiones geopolíticas van más allá del respeto a la vida humana, cuestión encarnizada en los países que cuentan con el poder para sacrificar a la población mundial sin que haya un precepto de moralidad o dignidad humana que prime.
En la medida en que las pretensiones económicas de las grandes potencias conflictúen sus mercados y zonas de influencia geopolítica, habremos de presenciar mayores conflictos bélicos y una escalada de violencia sin precedentes ni mayores contrapesos, con el sacrificio de la población mundial frente a los intereses de élites de poder que se esconden detrás del utilitarismo de Estado, el cual suele darse bajo el auspicio del nacionalismo, que en realidad no es otra cosa que la rapiña de la concentración de la riqueza.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
