Ser y Devenir 75

La noche y sus demonios. El contexto de mis madrugadas. Los gritos clandestinos en el tiempo, la fuerza inexplicable del deseo y las ánimas liberadas por las fuerzas dionisíacas. Siempre me han acompañado, por los caminos agrietados de la historia y los senderos más accidentados de los textos, las consecuencias de mi alma acechada por el oscuro destino de una tragedia mexicana. Mi tragedia. Siempre en la noche, durante el silencio de la luz y a través de la música metafísica del viento en la penumbra; atento a los pasos de mi libertad sobre las voces del cosmos y sintiendo el espíritu femenino del universo rozándome la oreja, besándome suavemente y, luego de escucharme, comprenderme y acariciarme, decirme las ideas más locas al oído. Es cuando siento escalofríos.

El Audi viajaba a toda velocidad mientras yo luchaba para no perderla de vista hasta que llegamos al trébol del periférico y viaducto Tlalpan. ¿Adónde fue? Tres direcciones, hacia el centro, hacia el norte o hacia el sur. Un dilema que resolver en centésimas de segundo. Entonces el espíritu me dijo:

—El sur… —y sentí los escalofríos.

Doy un volantazo, giro repentinamente a la derecha por la lateral y me le cierro imprudentemente a dos autos que me contestan con sus claxon; me alejo acelerando. Las luces de los postes, letreros y grandes comercios pasan apresuradamente mientras me mantengo circulando durante unos minutos sin lograr vislumbrarla. La he perdido.

—La he perdido para siempre —exclamo dramático.

Me orillo y detengo en una gasolinera cercana a la glorieta de Villa Coapa, resignado cargo el tanque y me bajo a la tienda por unos cigarros. Ya no quiero fumar pero estoy muy nervioso. ¿Por qué? No lo sé. También estoy triste. ¿Triste? Sólo por saber que no la volveré a ver. La razón también entristece. No sé por qué pero siento que algo en mí se pierde. Eres un pendejo. No me importa. Regreso a mi coche, le pago al despachador y, nuevamente, ella me sorprende estacionándose a mi lado con un aparatoso enfrenón que a muchos llama la atención.

—¡Dónde andas! —me reclama—. ¿No vienes?

—¿Adónde?

—Vamos a una fiesta —dice destapando una lata de cerveza.

—¿A una fiesta?

—Bueno, es una reunión —y me avienta una lata que me cuesta trabajo atrapar— pero casi siempre termina en fiesta.

—¿Una reunión de qué?

—¡Tú sígueme! Y ahora sí ya no te me pierdas ¿eh? —y da un trago.

—¿Por qué quieres que vaya?

—¡Te ayudé a arreglar tu llanta así que no repliques!

—¿Cómo… —voy a preguntarle y se arranca— …te llamas?

Me subo a mi coche y vuelvo a golpearme en la rodilla.

—¿Quién demonios eres? —pregunto y, al verme en el espejo retrovisor, noto que estoy sonriendo—. ¿Por qué estás tan feliz?

Reacciono y acelero, me interno en el periférico y, dirigiéndonos hacia Cuemanco, intento darle alcance volviendo a luchar contra el tráfico, la velocidad y su destreza en el volante. Nos vamos alejando paulatinamente de la zona urbana y nos adentramos por completo a los campos rurales más allá de Tláhuac. Veo un letrero que indica el camino a Cuautla y casi vuelvo a perderla cuando ella acelera a todo en una recta.

—No esta vez.

Destapo la cerveza decidido, pero sale toda disparada por estar agitada y tengo que dejarla a un lado. Me limpio la cara con el antebrazo y acelero a todo lo que puedo para poder alcanzarla, veo sus luces a lo lejos y nos adentramos en una zona que por momentos zigzaguea y, siguiendo acelerando a fondo, en una pendiente descendente, finalmente logro darle alcance. La rebaso por el carril contrario y, al voltear a verla, me sorprende cómo jala con destreza el contenido de un gran Bong de plástico rojo y exhala una gran cantidad de humo que invade todo el interior de su coche. Y envuelta en la gran nube de origen verde, voltea a verme sonriente.

¡Honk!

Las luces de un camión se dirigen hacia mí, tengo que esquivarlo bruscamente y salgo del camino derrapando. A la distancia sólo veo el Audi alejarse, enciendo el coche y desesperado piso el acelerador intentando salir, pero las llantas traseras están atascadas entre lodo y la maleza. Estoy atrapado en el fango y la maldita cerveza cayó por todos lados. Me bajo del auto y, luego de unos momentos, aprecio el silencio del campo y la conciencia intencional de los más pequeños animales. Estoy en un gran campo de maizal.

Camino adentrándome a éste y, sin ningún temor físico, como los humanos y sus armas, ni metafísico, como el diablo y sus fantasmas, me interno en sus entrañas bajo una niebla que desciende suavemente. Abro levemente los brazos sintiendo las milpas con mis palmas, el corazón de sus formas, historia y metáforas de su cuerpo y alma en la galaxia prehispánica.

Me siento en la tierra, húmeda, densa y negra cuando encajo mis manos en ella; miro mis dedos brillando por diminutos puntos plateados que la luna refleja más allá del cielo. Me acuesto boca arriba y el destello de las luces sobre algunas nubes hacen aparecer las altas montañas de mi infancia transformándose en las imágenes más fuertes de mi ser y devenir. El muchacho hegeliano ¿recuerdas? Claro, fue cuando el todo se concibió en mi pensamiento. Entonces vuelvo a los recuerdos, mi salida del reformatorio a los catorce años y, por supuesto, cuando me fui a vivir al rancho de mi abuelo.

 

Continúa 76

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".