Un día sin mujeres

Un caluroso debate se ha desatado durante los últimos días debido al paro de mujeres propuesto para el próximo 9 de marzo. La iniciativa es una réplica de un ejercicio de protesta conocido como “International Women’s Strike”, que se ha realizado en otros países para visibilizar la importancia de las mujeres en la vida económica, académica y cultural en el mundo. Fue en Polonia, el 3 de octubre de 2016, cuando las mujeres retomaron el primer paro del que se tiene registro, que ocurrió en Islandia en 1975, para denunciar la penalización del aborto.

A partir de ese momento se dieron otras movilizaciones exitosas en todo el mundo, hasta que la propuesta llegó a México y las instituciones aprovecharon para sacar partida de una lucha que jamás les ha interesado. Empresas, universidades y dependencias ya se agarraron de esta iniciativa para “sumarse” al paro de mujeres el próximo 9 de marzo. Diré que la crítica no va hacia la manifestación de las mujeres, sino a la forma en que se corrompió la convocatoria y en cómo ese supuesto apoyo no es más que una nebulosa para empañar el corazón de una protesta legítima y reivindicativa.

Y es que hay gente que, presumiendo de crítica, aún no se ha dado cuenta de cómo funciona el sistema patriarcal y de cómo el discurso del feminismo académico sirve, en muchas ocasiones, al sistema contra el que promete resistir. Y es ese sistema el que acaba de apropiarse de uno de los movimientos más importantes para el feminismo actual, en el que los hombres (y lamentablemente muchas mujeres) siguen sin entender la importancia y el significado de la protesta.

El próximo 9 de marzo habrá mujeres en paro de una forma consciente y real, dando significado a una lucha; otras estarán abanderando un principio institucional y un discurso vacío y conveniente; otras seguirán su vida a lo lejos, en una parcela seca y soleada, sin saber siquiera que merecen parar.

Y también habrá hombres criticando, burlándose de la decisión, enojándose con su empresa o su universidad porque ellos sí tuvieron que ir a trabajar, haciendo bromas misóginas sin público para ofenderse; veremos alumnos felices porque sus maestras no asistieron a dar clases, directivos vueltos locos porque no está su secretaria y, lamentablemente, serán muy pocos los que entiendan qué carajos significan las sillas vacías de sus compañeras.


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