Xantolo de grillos hidalguenses

En las fiestas de difuntos de 2017 nuestro estado fue noticia mundial porque en la Plaza Juárez se instaló el altar de muertos más grande del  planeta en 767 metros cuadrados que motivó la entrega de la certificación Guinness, que así lo reconoció el 29 de octubre de ese año.
Más de cien mil visitantes tuvo la ofrenda gigantesca, que despertó no sólo la admiración sino el orgullo ciudadano por resaltar nuestras tradiciones de respeto y amor por los difuntos.
Pero este año el récord Guinness puede ser superado fácilmente si se instala uno para recordar a todos los grillos-políticos que han pasado a mejor vida por sus metidas de pata y que, por lo mismo, entran a la lista de los que ya sólo son buenos para la ofrenda. Basta hacer de la memoria el instrumento que nos vaya diciendo quiénes son esos personajes que pasaron a mejor vida.
Para empezar, el gran altar de muertos de la Plaza Juárez no sería suficientemente grande para cobijar a tantos, por lo que habría necesidad de ponerlo en el estadio Hidalgo, que en su versión argentina se quiso cambiar en mala hora por “huracán”, sin ningún éxito, porque el paste le ganó a la empanada pampera o fassista (por aquello de Fassi).
Llama la atención, veámoslo así en nuestra imaginación, que en este altar casi la mitad lo ocuparían tumbas y fotografías de difuntos militantes del PRI. Son miles, aunque casi todos con la advertencia de un gran letrero que dice: “Muertos el primero de julio”, advirtiendo que son las víctimas de la gran plaga Morena de ese día.
Si bien habría muchísimas tumbas anónimas, las habría también con fotografías, como ROBERTO PEDRAZA, un antiguo patriarca del Mezquital que ni las manos metió ese fatídico 1 de julio, aunque se dice que expiró antes, junto con otros priistas que se pasaban de “vivos”. Más allá estará la de FRANCISCO OLVERA, un exjefe tricolor, y ahora en este altar de muertos con el juicio de muchos de que su deuda con el estado no ha sido pagada y al parecer está en la lista Morena de los enjuiciables; su tumba no tiene flores y sí una figura de Rico Mc Pato.
Un poco más lejos se distingue la ofrenda a ONÉSIMO SERRANO, en la sección de perpetuidad y enterrado con sello de cemento. Por cierto, se dice que se ha visto su sombra deambular como queriendo volver de donde no se regresa nunca. Su lápida lo describe como lo que fue: “DELEGAITOR”.
En una tumbita reposa, eso suponemos, quien se beneficiara de muchos cargos y hasta de diputaciones federales sin ningún beneficio para los ciudadanos, pero sí para su bolsillo, y quien se disfrazaba de Indiana Jones para no parecer hñahñu: HÉCTOR PEDRAZA, que fue puesto en su lugar por el calcinador Chárrez. Un ramo de cempasúchil es lo único que hay de adorno y un sombrero de lana para recordar su disfraz.
Llama la atención la “Sección Judas”, dedicada a todos los tricolores que a lo mejor parecen vivos, pero con otros colores por la chapulineada, al saltar con giros de la traición de su partido al barco de AMLO. CANEK VÁZQUEZ encabeza esta sección de la ofrenda y le pusieron en su tumba una bolsita con 30 monedas, que por algo será. Después más  “tumbas Judas”, en que se ven nombres de personajes importantes que han sido diputados federales, secretarios de gobierno, alcaldes y miles de expriistas que cambiaron de uniforme cuando vieron que se hundía el barco tricolor. Son muchas, tantas como toda la sección de sol que el día “Uno7” le dieron la espalda a su casa, provocando su ruina.
La ofrenda monumental no hace distingos, como tampoco los hace la gran guadaña, y se ven fotos y tumbas de apellidos CUATEPOTZO, COSTEIRA, CRESPO, HINOJOSA, quienes en vida seguramente fueron señores de escritorio grande y dinero.
Muy visitada es la ofrenda de GERARDO SOSA; sin duda, una de las más impresionantes. Para llegar a ella hay que pasar un corredor custodiado por cien monumentales garzas de plata. Se ve que sobró el dinero. Hasta ella llegan para llorar a grito pelón cientos de quienes vivían de su “bondad” y lamentan su caída. Y cerca de su ofrenda está la de HUMBERTO VERAS GODOY, sacrificado por el mandamás de sus actos cuando la lucha por el poder en el Congreso. El epitafio en su lápida explica todo: “S’órdenes, jefe”.
Hay dos tumbas finales: la de ARTURO APARICIO, recientemente desaparecido en su mina particular del PT; murió (políticamente, claro, como todos los mencionados) un día negro en que sumó a los abusos en el partido la golpiza que le dio a su pareja. Es de los muertos menos visitados y con muchos grafitis en que le escriben de todo.
Y finalmente la tumba recién puesta en esta magna ofrenda de grillos: la de CIPRIANO CHÁRREZ. “El Calcinador”, le llama la raza, por su proceder en el accidente del 6 de octubre, cuando un joven padre de familia murió calcinado y él, como reacción, simplemente huyó del lugar de los hechos y no prestó auxilio a un semejante que moría en el fuego del taxi accidentado y que, por las pruebas que tiene la justicia, pudo provocar al manejar su camioneta. Lo que más molesta a la ciudadanía es su falta de humanismo al no prestar ayuda a la víctima, el cinismo en su proceder para no ver afectada su carrera política y sus afirmaciones de que es inocente, que todo es una campaña del gobernador en su contra, que tiene la conciencia tranquila y que ha hecho temblar en su lucha de 20 años a las instituciones federales y estatales. Se supone que vendrá el desafuero por parte del Congreso después de la solicitud que la Procuraduría del Estado hizo con las pruebas presentadas, pero mientras esto sucede la ciudadanía parece haber dado ya su veredicto declarándolo culpable, es decir, decretó su muerte política y lo mandó derechito al Xantolo.  Por cierto, vaya que si lo defendió el periódico de la Universidad.
Si quiere visitar este altar monumental, dese prisa porque puede ser que más de uno de los muertos dé la sorpresa y resulte que no estaba muerto… sino que andaba de parranda.