Democracia disfrazada de Nayib Bukele

Parece causar asombro la crisis política que vive El Salvador ante el autogolpe de Estado del presidente Nayib Bukele, que ha puesto de rodillas al Poder Legislativo, llamando, inclusive, a una insurrección popular para controlar al Estado.

Esta crisis inicia con la petición, casi de emergencia, de Bukele al parlamento para que autorizara fondos para combatir la inseguridad por medio del financiamiento del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), que sería destinado a comprar helicópteros y armamento para los cuerpos de seguridad. Para ello, Bukele instó el domingo a los diputados aprobar este mandato, pero sólo se presentaron 28 de 84 legisladores, lo cual propició la irrupción de Bukele al parlamento acompañado del ejército.

Este desencuentro marca un grado de presión política inusitada, pero no sorprende que ocurra en una región convulsionada donde las formas de gobernar en democracia suelen ser escabrosas, pero el desplante de Bukele sobrepasa la lógica conductual de la política, al menos en términos de democracia con equilibrios de poderes.

Si bien es cierto que El Salvador es un país aquejado por la delincuencia en diferentes dimensiones de las “maras”, no es menos cierto que los excesos políticos cometidos por Bukele mandan un mensaje contradictorio hacia el respeto de la ley, cuestión que ya tuvo respuestas tanto de la Organización de Estados Americanos (OEA), como de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de ONU, plano en el que Bukele todavía no entra en diálogo.

Bukele cuenta con legitimidad y legalidad en el cargo y tiene el apoyo del ejército, contrapeso legal y fáctico que ha puesto de rodillas al Congreso. Esto presagia una tormenta, al menos en términos de las presiones internacionales en el respeto a la democracia.

Nayib Bukele evidencia que el poder se concentra de manera fáctica del brazo del ejército o el pueblo, pero si se tiene el apoyo de ambos, el ejercicio de gobierno puede causar estragos en la aceptación de la diversidad. Imponer un beneficio social a costa de saltarse la ley, parece ser el camino más ciego para obtenerlo.

La crisis de América Latina es de muy diversa índole y dimensiones, cada caso es particular y su especificidad sólo encuentra un hilo común conductor: la inopia y subdesarrollo político.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.