¿Dónde quedó la democracia?

Ayer rindió su último informe el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, tratando de defender su mandato de las muchas críticas que permitieron a Morena reconfigurar al poder en todo el país.

Probablemente muchos priistas pensaron que si hubiera sido otro su candidato, el último informe se hubiera convertido en una postergación del poder, pero salieron a competir con un candidato y una dirigencia ajenos a su militancia y simpatizantes. Mismo problema tuvo el PAN, porque la candidata favorita no fue nominada y los azules terminaron unidos a los restos del PRD, que a su vez negó la candidatura a Andrés Manuel López Obrador.

López Obrador fundó Morena como resultado de la carencia de mecanismos de democracia interna en las diferentes expresiones políticas del país, ejemplo que se replica en todas las entidades federativas, donde los partidos no poseen herramientas para elegir a sus dirigentes y candidatos.

En el caso de Hidalgo, el PAN ha pasado años sin reforzar cuadros jóvenes y ha recurrido al reciclaje de otros partidos bajo una dirigencia endeble que nada les representa a sus militantes; el PRD está a punto de desaparecer o fusionarse con los albiazules por el mismo problema de no lograr representatividad por su ideología, además, el mote de “izquierda” ya no los identifica.

El PRI tiene un dirigente que ha sido cuestionado por su pasado panista y que no logró salir de las oficinas, mientras en Morena su líder difícilmente pisaba oficinas,  por lo que atendía en sus negocios particulares, sobre todo en su tortillería. PANAL y PODEMOS agrupan al mismo gremio y reciclan líderes a falta de cuadros, y el PT cambia de dirigente para favorecer intereses políticos en medio de escándalos mediáticos.

Ningún partido político ha logrado generar mecanismos que permitan a su militancia la elección de candidatos o dirigencias, generando con ello uno de los mayores problemas de la democracia mexicana, que tuvo como consecuencia la posibilidad de crear un partido político que funcionó como plataforma de un personaje rechazado en dos partidos políticos por las dirigencias, pero aceptado por militantes y simpatizantes.

Ahora iniciará una “transición” o “transformación” donde el Poder Ejecutivo lo ejercerá López Obrador, un digno representante del priismo de Luis Echeverría Álvarez y PRI-PAN-PRD se vuelven oposición, es decir, solamente sucedió un cambio de fuerza política dominante en el país, pero finalmente se trata de un ala priista, lo que lleva nuevamente a la falta de mecanismos de democracia interna en los partidos políticos mexicanos.

Por: Martha Sáenz

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