Un Estado débil es campo fértil para que la delincuencia organizada opere y se empodere, para lo cual la burocracia debe ser infiltrada y el aparato de represión legal estar inundado de corrupción e impunidad.
Ecuador se encuentra más allá de límite gubernamental, es presa de la corrupción e impunidad que ha permeado en su clase política; el actual presidente, Daniel Noboa, se maneja con un doble estándar porque el conflicto armado interno es sólo la punta del iceberg: es producto de una élite indolente que le pavimentó el camino al crimen organizado, cuestión que pone en alerta a países como México, que ha sido desbordado en repetidas ocasiones por grupos delictivos en diversas partes de su territorio.
Ecuador vive una crisis de Estado y el costo que paga su pueblo es inenarrable, al vivir una guerra intestina que no podrá contener el ascenso de los cárteles, lo cual hace décadas “colombianizó” a los países vecinos del cono sur y que dio estructura operativa a la diseminación del crimen organizado en El Salvador, donde las pandillas emularon a Pablo Escobar, el célebre capo colombiano.
La fragilidad del gobierno de Daniel Noboa se traduce también en el quebranto de la dignidad humana, pues pese a que Ecuador ha vivido de una de las rentas petroleras más importantes del planeta, no ha consolidado un Estado de bienestar que haya repercutido en el crecimiento y distribución equitativa de la riqueza, lo cual a su vez favorece aún más al crimen organizado.
La radiografía aterradora del control de la delincuencia organizada en Ecuador debe aleccionar a todo el mundo, pues el dominio de los mercados por parte de los cárteles genera tanto un conflicto horizontal con otras bandas delictivas como con el Estado, y su poder de choque no atiende a ninguna especie de lealtad gubernamental, humana o de civilidad.
Hoy es Ecuador, pero preguntémonos en cuántas ocasiones el Estado mexicano ha sido sobrepasado por el poder de la delincuencia organizada. La memoria histórica advierte que, desde el río Bravo hasta la Patagonia, el ascenso de la delincuencia organizada es una constante, no una excepción.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
