El poder de la bendición litúrgica

En hebreo, para la bendición se usa בְּרָכָה; (b’rajá, en plural b’rajot). La primera bendición bíblica es pronunciada por Dios para los animales recién creados en orden a la fecundidad. Gén 1:22–23 «…y los bendijo Dios diciendo: “sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas de los mares, y las aves crezcan en la tierra.”» Y así, desde el principio, la bendición está unida a la palabra de Dios.

Bendecir, Bendición = “Bene dicere”, “Bene diction”. (En latín la “t” seguida de “i” suena como “s”) no es tener buena dicción… sino que es palabra buena o hablar bien. En el mundo laico, “Una bendición es la expresión de un deseo benigno dirigido hacia una persona”. En el plano de la fe, es mucho más que eso.

En la tradición hebrea antigua la palabra דָּבָר (dabar) significa “palabra y/o hecho”. Está unida la palabra al hecho, al acto. Por ello las palabras re-presentan y recrean lo que significan. En el relato de la creación, en el Génesis de la Torá y de la Biblia, la creación se “hace” cuando Dios “dice”. Es el binomio palabra–hecho (dabar). Gén 1:3 «Dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz.» En el mismo sentido empieza el Evangelio de San Juan cuando afirma que todo fue creado por la Palabra. Juan 1:1–3 «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada…»

En esta relación palabra–hecho también quedan vinculados los beneficios a las bendiciones, como los maleficios a las maldiciones. Hacer viene del latín “facere”. (Binomio decir–hacer).

En el cristianismo existe la creencia, como dogma de fe, que por el bautismo somos hechos hijos de Dios Padre recobrando la semejanza perdida con Dios pues fuimos creados a su “imagen y semejanza” y bendecidos por él. De hecho, este pasaje curioso y misterioso prefigura el posterior dogma de la trinidad, pues Dios habla en plural:

Gén 1:26–27 «Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios con estas palabras: “Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra.”»

Siguiendo del dogma cristiano, perdimos la semejanza por el pecado. Luego en gracia de Dios o sea sin pecado nuestra palabra vuelve a ser a imagen y semejanza de Dios.

Con tal fundamento nacieron las bendiciones las maldiciones los conjuros y los ritos, en la creencia de que las palabras se hacen realidad. Y por eso hasta hoy muchas personas no se atreven a pronunciar algún nombre, temen las maldiciones y los conjuros. Hablando de brujos vemos en la obra “Harry Potter” que NO debían nombrar a Voldemort. Los hechizos debían pronunciarse bien… y están en latín. El medioevo arraigó el latín como lengua mística y religiosa. Lo cierto es que es común que ante una mala palabra decimos: “Cállate”, “Ni se te ocurra decirlo”, “No me lo mientes”, “No digas eso en mi presencia”, porque las maldiciones también vienen por la palabra. Tal es el caso de la “marca de Caín”, que es un sello más espiritual que físico: Gén 4:11 «Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano».

En el catolicismo y en el protestantismo, como en el judaísmo, el cristianismo ortodoxo, copto, maronita, y hasta en el Islam, (todas las religiones de Abraham), por el rito y la palabra se hace la acción sagrada. Concretamente en la iglesia católica, le llaman “Liturgia”.

El Concilio Vaticano II defina la noción de “liturgia” en su “Constitución Sacrosanctum Concilium diciendo: “La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia”. La liturgia no existe sino en el cuerpo místico: Cristo cabeza con su cuerpo, la Iglesia, el “Cristo Total” (Catecismo de la iglesia católica no. 1136). Así, la liturgia establece el rito, especificando las palabras, gestos, objetos, vestiduras, momentos, condiciones, formas y todo lo que el libro llamado “Ritual” prescribe para que los sacramentos sean válidos legítimos y eficaces.

La liturgia es lo más “poderoso” sacerdotalmente hablando, porque “la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza.” (Sacrosanctum Concilium no. 10).

Lo mismo obra para los sacramentales, cuya eficacia se manifiesta de forma espectacular cuando se expulsan demonios en un exorcismo, y muy velada cuando se bendice el agua bendita y los demás sacramentales.

Por el sacramento del Bautismo, además de hacernos y ser hijos adoptivos de Dios, recibimos el sacerdocio común de los fieles que, si bien tiene menor grado que el sacerdocio ministerial conferido por el sacramento del Orden Sacerdotal, nos capacita para bendecir… en especial a los hijos.

¿Sabías que cuando un padre maldice a su hijo, éste queda expuesto a una posesión demoniaca? ¿Y en cambio, las bendiciones de mamá y papá protegen de ello a los hijos?

En la tradición judía el padre de familia bendecía a su heredero y éste heredaba el poder de su padre. Recibía autoridad sobre sus hermanos, sus bienes y la capacidad de bendecir. Basta ver la bendición de Isaac a Jacob (Génesis cap. 27 y confirmada por Dios en el cap. 35). Jacob recibe la Bendición en lugar de Esaú, su madre toma para ella la maldición por el engaño. Luego (en el capítulo 49) Jacob bendice a sus hijos y nietos: a Judá para el poder, a Benjamín… y cada hijo según la Bendición recibe semejante destino.

Las bendiciones se prolongan hasta en Nuevo Testamento en el cristianismo,

Mat 26:26 «Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, éste es mi cuerpo.”» Es decir, los sacramentos, la institución de la Eucaristía, se realizan con la bendición del pan, y esta capacidad sacerdotal de bendecir se transmite:

1Co 11:23 y ss. «Porque yo recibí del Señor lo que os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dando gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.”

En suma: tenemos que aprender a bendecir “litúrgicamente”. Esto es usando el rito correcto: Con la dignidad (sacerdocio) suficiente y auténtico, con fe, en gracia (puros, sin pecado), con intelecto consciente y la voluntad o la intención unida a la voluntad de Dios (“Hágase tu voluntad”), con los objetos (agua bendita), gestos, símbolos, signos (per signum crucis) y/o señales (la señal de la santa cruz) así como las palabras–hecho (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo), prescritas en el Ritual o Bendicional, los libros litúrgicos de la iglesia, para que la palabra sea eficaz y se convierta en hecho.

Cabe subrayar esto: Cuando se dice “en el nombre de Dios”, no resulta eficaz porque se “traiciona” la palabra con el hecho, a menos que, si y solamente si, la palabra significa la acción que se realiza, דָּבָר (dabar), por lo tanto, decir “en el nombre de”, sólo tiene efecto si la acción y la intención también es a nombre de, en representación de, y por encargo de Dios.

Así, de esta manera, una bendición formal, (o sea correcta y bien hecha), protege de maleficios, brujería, maldiciones, macumbas, ataques diabólicos, vudú, maleficios, supercherías, etcétera.

Por: Carlos Enrique Arias Vera

"Carlos Enrique Arias Vera, un ser humano peregrino por la vida, oriundo de una ciudad (Pachuca) y familia cosmopolitas, y diversificado en variadas aficiones, entre ellas el canto y las letras, docente de vocación, con grado de maestría, de profesión ingeniero civil. Tiene una curiosidad versátil y siempre insatisfecha. La mezcla de su formación académica, con la afición autodidacta a las artes y la práctica de algunos deportes y actividades, le confieren una cosmo visión personal sui géneris que comparte al tamiz de una filosofía dinámica, incluyente y matizada, y al igual que México, evoca un crisol del cual emerge un mosaico de opiniones y observaciones."






VIÑA Y SAL - Carlos Enrique Arias Vera

"Carlos Enrique Arias Vera, un ser humano peregrino por la vida, oriundo de una ciudad (Pachuca) y familia cosmopolitas, y diversificado en variadas aficiones, entre ellas el canto y las letras, docente de vocación, con grado de maestría, de profesión ingeniero civil. Tiene una curiosidad versátil y siempre insatisfecha. La mezcla de su formación académica, con la afición autodidacta a las artes y la práctica de algunos deportes y actividades, le confieren una cosmo visión personal sui géneris que comparte al tamiz de una filosofía dinámica, incluyente y matizada, y al igual que México, evoca un crisol del cual emerge un mosaico de opiniones y observaciones."