Desde el 6 y 9 de agosto de 1945, cuando en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el ejército de Estados Unidos detonó su poder atómico, el mundo ha experimentado una escalada nuclear que es una espada en la espalda de la humanidad.
Los desastres atómicos que prosiguieron a la Segunda Guerra Mundial, lo mismo se han presentado en la emisión radioactiva de plantas nucleares que en la contaminación del desecho nuclear y su basura que hoy inunda las aguas de los mares y tierras fértiles. La locura de esta inaudita carrera atómica hoy la perfila Corea del Norte, que está desarrollando una nueva generación de misiles nucleares a beneplácito del líder Kim Jong-Un, que no se cansa de amenazar a Japón y a Corea del Sur, que asemeja al hermano inválido.
Por si fuera poco, en este escenario geopolítico el poder nuclear es también un planteamiento de las estrategias económicas de bloques políticos que juegan al gato y al ratón con la humanidad, sin mayores miramientos y con un poder que no ha resultado estable, como lo implica el poder atómico. La pregunta es: ¿adónde vamos a parar?
La hipótesis es clara: llegará el día en que cometamos un error mayúsculo, ya sea por inteligencia artificial o por la discordia de la manzana que nos lleve al juego de suma cero, donde el egoísmo niegue cualquier preservación de vida y haga de la disputa económica el final de la historia de la humanidad, al menos de esta humanidad que conocemos, si es que nuestra especie tiene tal poder de pervivencia que pueda adaptarse de manera amorfa a la radioactividad.
Hemos sido tan tremendamente estúpidos, que desarrollamos desde nuestra gran inteligencia humana el poder para la autodestrucción. Quizá Einstein tenía razón al decir que “Dios no juega a los dados”, solo espero que el hombre no lo haga.
El despliegue de las nuevas ojivas nucleares de Corea del Norte es evidencia de que el pensamiento científico y la ciencia aplicada al armamentismo muestran la cara más cruenta de los apetitos oscuros de la humanidad, aquellos que lo prostituyen todo, que no tienen escrúpulos en ninguna dimensión, y advierten que los trogloditas eran mucho más inteligentes que los científicos del siglo XXI.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
