Enseñar es cuidar

El 15 de mayo se conmemora la labor docente en nuestro país, lo que resulta idóneo para repensar las complejidades y retos en el trabajo de enseñar.

Cercano al Día Mundial del Trabajo, la celebración del Día del Maestro es también una reflexión sobre las condiciones laborales de uno de los empleos más precarizados en nuestro país.

Enseñar es un trabajo que, en la mayoría de las instituciones, ha perdido todas sus libertades (y derechos). A un maestro se le paga por las horas que aparece frente a un grupo, mientras las horas detrás de la preparación de una clase quedan perdidas en el olvido.

A un maestro se le paga por “enseñar”, por evaluar, por dejar tareas. Pero ¿se le paga para ser tutor, asesor académico? ¿Para hablar con padres de familia, para realizar academias o consejos técnicos? ¿Se le paga para pasar lista y para darse cuenta de las precariedades y necesidades de los alumnos? ¿Se le paga por el cansancio físico, mental y emocional que implica enseñar? ¿Se le paga por dejar el cuerpo al enseñar? ¿Se le paga al preocuparse por el alumno que ayer se intentó suicidar? ¿Por qué razón el sistema cree que se le debe pagar a un profesor?

Mi hipótesis consiste en que enseñar es una tarea que pertenece a los trabajos de cuidado. Sí, enseñar se parece a maternar (y paternar), se parece a proteger, a nutrir, a confrontar. Por ello, enseñar es una tarea reproductiva que necesita ser revalorada y reivindicada porque el desgaste corporal que se da en el proceso de enseñar es irreparable y no puede seguir el camino de las rúbricas institucionales que ahora valoran todo en términos tan frívolos que tienen al profesorado mexicano en condiciones precarias y preocupantes.

Enseñar es una labor de cuidado que exige nuevas formas de mirar al trabajo y el papel fundamental que juegan los maestros en la vida de las personas y en la estructura y desarrollo de un país.


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