De muy buena fuente supimos que desde senadores hasta barrenderos en Estados Unidos desean la destitución de Donald Trump, cuestión que se ha ido perfilando con fuerza no sólo por el hecho del uso de espionaje y acciones indebidas del neoyorkino, sino también porque a gran parte de la ciudadanía le caga su persona.
Trump se ha metido con el quinto poder, la prensa; esa misma prensa que tiró a Richard Nixon, que fue capaz de cambiar cualitativamente la escena política, cuestión que evidencia que oponerse a los medios periodísticos es un mal presagio.
Como son una y mil patanerías de Trump, ha circulado un video al estilo “parodia”, donde el presidente se sube a un ring y golpea a un luchador cuya máscara es el logotipo de la cadena CNN, -uno de los medios con mayor auditorio y peso político en Estados Unidos-, cuestión que provocó la reacción inmediata de la televisora, que calificó el video y a Trump como una cuestión “infantil y de mal gusto”, amén que censuró el acoso y la violencia que Trump lleva a cabo en contra de la libertad de prensa.
Trump debería medirle el agua a los camotes, porque no es cosa menor hostigar a un medio periodístico en ninguna parte del mundo, ya que el auditorio de los medios es exponencial y suele calar hondo en la opinión ciudadana, situación que podría poner en jaque al neoyorkino.
Pero al magnate no lo despeina fácilmente el viento, o dicho coloquialmente, todo le vale madre y se pasa por los cojones cualquier cosa; su impudencia es una constante en las formas que se relaciona con cualquiera, por lo que no nos extrañe que continúe con sus patanerías y que la mesura a su mando jamás llegue.
En estos momentos donde el RusiaGate todavía está vigente, Trump debería manejar un perfil bajo y aparentar ser un estadista dispuesto a la tolerancia, la empatía y la armonía, pero el que nace para buey del cielo le caen los cuernos.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
