Por México al Frente, un peligroso Frankestein

En un contexto moderno en el que se privilegian los resultados y las ideologías pasan a segundo plano, los gobiernos de coalición se multiplican en todo el orbe. En Europa, principalmente, prevalecen las alianzas estratégicas; la Unión Demócrata Cristiana, la derecha conservadora en Alemania, pactó con el izquierdista Partido Social Demócrata, su eterno opositor, un acuerdo para generar un bloque unido en las elecciones presidenciales. En esta oferta electoral cada partido bajó la guardia y negoció una agenda común en la que se conciliaron los intereses de estas fuerzas antagónicas, porque más allá de las diferencias se encontraron puntos de intersección que suponen las coincidencias sobre cómo mantener el liderazgo de Alemania en la Unión Europea. En otras palabras: en política, todo es negociable.

Esta forma de encontrar la concordancia en las diferencias se multiplican en naciones demócratas como Italia, Bélgica, Grecia y Francia, por mencionar sólo algunos de los 28 países que conforman la Unión Europea.

En nuestro país también existe una tradición muy longeva de gobiernos de coalición, pensemos en Oaxaca, Sinaloa, Puebla, Veracruz… en los que se desataron movimientos de fuerzas otrora irreconciliables que sólo se vincularon en la coyuntura para derrotar a los corruptos gobiernos emanados del PRI.

Si bien en Europa y en los procesos electorales estatales acordar con el adversario para lograr el histórico resultado en los comicios se ha vuelto un ejercicio frecuente, en la lucha nacional por la Presidencia de la República el mensaje de “todos unidos para sacar al PRI” no ha logrado la aceptación popular.

Por el contrario, en la oferta de Ricardo Anaya a la Presidencia se conformó un bloque de partidos muy opuestos entre sí. La derecha conservadora de Acción Nacional va en la misma boleta con la fuerza política de izquierda más importante del país (PRD). Los líderes de cada partido, por cierto hábiles en la negociación a su favor al resultar ¨casualmente¨ los candidatos presidencial y a la jefatura de gobierno, organizaron una propuesta conjunta cob la idea de seducir a los electores. Seguros estaban de que porque por encima de los símbolos y la historia de cada instituto político, el acuerdo sería el reflejo de conciliar los intereses de grupo por el progreso de México.

El astuto Dante Delgado, conocedor de los resortes del sistema político mexicano, y dueño y creador de ese engendro llamado Movimiento Ciudadano, vislumbró algo muy cercano a ese modelo que tanto funcionó en el viejo continente. El tercer invitado de esos partidos a la deriva convenció a los jóvenes Anaya y Barrales de apostar por un proyecto joven, al fin de cuentas el PRD está en vías de extinción, el PAN golpeado y desprestigiado por sus torpes gobiernos tenían más que ganar que perder. De tal forma se intentó resucitar una opción vigorosa contra el ascendente movimiento pro López Obrador mediante la constitución de una visión pragmática y dinámica de la política para colocarse en la vanguardia de la oferta política presidencial. Muy a su pesar, ese mensaje no quedó claro para el potencial electorado. Con traiciones a los grupos conservadores de las filas del PAN, sacando a Margarita del proceso, convirtiendo a quienes buscaban una contienda interna como Miguel Ángel Macera y Rafael Moreno Valle se montó en la candidatura presidencial; operación similar ocurrió con la lucha interna por la candidatura a la jefatura de Gobierno impulsada por la dirigente perredista, Alejandra Barrales.

La opacidad de la designación dejó fuerte heridas. Hasta la fecha no queda claro cómo se defenderán los derechos sociales en el proyecto presidencial de ese Frankestein que llaman frente. Lo que en Europa es común en México no quedó muy claro en el planteamiento, de ahí que la campaña de Anaya no levante.

Los gobiernos de coalición no alientan demasiada emoción entre los votantes, en realidad pocos entienden ese concepto que en un diseño tan revuelto, como la capirotada con tantos ingredientes, sólo entienden quienes la crearon.

En la candidatura presidencial del Frente todos opinan, hay que encontrar los acuerdos de cada uno de los partidos convocantes. Como pertenecen a corrientes tan distantes, los militantes panistas, siempre tan pulcros y cívicos, no entiende de qué se trata eso de marchar y ocupar las calles en los mítines en plazas públicas, como le funciona tan bien al perredismo militante.

La retórica de abogado conservador que intenta expresar un discurso popular Ricardo Anaya simplemente no prende a los perredistas, éstos acostumbrados a los llamados nacionalistas y las críticas al sistema con adjetivos como “neoliberales”, “por el bien de todos primero los pobres”, no se sienten identificados en los actos multitudinarios con la fragilidad del rubio contendiente que prefiere besar a su mujer y recordarnos que lleva a la escuela a su hijo Mateo, que prometer una revolución social con más política social para desmantelar el injusto modelo económico.

El origen de clase de cada partido delata la hipocresía de este acuerdo coyuntural, el gobierno de coalición tendría mejores oportunidades si en ese grupo de partidos de izquierda estuviera representado MORENA, el más radical del espectro político; sin embargo, en este convenio sólo participan quienes desde hace un tiempo ya se habían despojado de sus principios originales, quienes nunca tuvieron pudor en explicar por qué se unieron con el PRI para signar el Pacto por México. Los que constituyen el frente avergonzarían a Manuel Gómez Morín y por supuesto a Heberto Castillo. Los Chuchos, Dante Delgado y el hábil Ricardo Anaya son simples negociadores que sin soporte político intentan vender un gobierno de coalición que, en realidad, si en el caso hipotético llegara a cristalizarse, veríamos cómo esas heridas dejadas en el camino se manifestarían en la más despiadada disputa por las cuotas de poder. Los que sólo por la elección se dieron la mano, impondrían desde el naciente gobierno sus eternas posturas conservadoras, retrógradas, mientras que del lado adverso me imagino a las tribus del PRD exigiéndole al cándido presidente Anaya el control de SEDESOL, SAGARPA y hasta de Gobernación.

La conformación de este pseudo Frente es producto de la ambición de grupos que saben que sin la coalición no podrían siquiera asegurar su supervivencia, pero llamarle “el primer gobierno de coalición”, además de pomposo, suena ridículo. Por fortuna, el electorado no entiende las profundas cavilaciones maquiavélicas de Dante Delgado y a estas alturas de la contienda son pocos los que se pueden dejar sorprender con las grandilocuentes frases del tierno Ricardo, un político de la mercadotecnia política y bien adiestrado por su ventrílocuo.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.






EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.