El tremendo fiasco que ha resultado la administración municipal de Sergio Baños Rubio, quien ha puesto a remojar sus barbas tras la detención por peculado y malversación pública de diferentes presidentes municipales en su migración al partido del tucán dentro del GPI, exige una profunda revisión de los controles administrativos de las alcaldías y la instrumentación de nuevos protocolos de arqueo a su cuenta pública, así como de las relaciones laborales con la base de trabajadores sindicalizados.
Los pachuqueños difícilmente guardan en su memoria alguna administración municipal que haya creado las bases de armonización y modernización pública acordes a una ciudad de equilibrio social; por el contrario, los ciudadanos tienen presente que la planeación urbana ha crecido al antojo y apetito tanto de contubernios inmobiliarios con el uso de suelo público, como por la carencia de un proyecto municipalista de urbanización de vanguardia de ciudades inteligentes y solidarias.
Los números rojos sobre el uso de presupuesto público en la actual administración que engrosa la nómina por encima de las lógicas de atención al gasto público, no han sido acompañados por una gestión municipal que haya armonizado la inversión y gestión privada con respecto a la pública, y mucho menos alentado carteras culturales hacia el turismo externo como ciudadano, y si hablamos de la economía informal y la semiformal del comercio ambulante, el déficit no es sólo un dolor de cabeza para el fisco, sino también para la ciudadanía que sufre por la delincuencia organizada que ha transferido sus operaciones a ese comercio informal.
La irritación social se ha incrementado en tal magnitud en Pachuca que, prácticamente, en cualquier acto en que comparece el alcalde Baños Rubio recibe una carretada de abucheos, rechiflas y recuerdos familiares que denotan no sólo impopularidad, sino un complejo desencuentro de una gestión que a ojos de propios y extraños exige la revocación de mandato.
Con el arribo de Baños a la alcaldía de Pachuca, la cúpula del PRI tenía la esperanza de reorientar su presencia en el centro neurálgico de la política local, pero han sido tantos los desatinos de la actual administración que los anhelos de postulación de Benjamín Rico Moreno como presidente municipal se han vuelto una quimera, e incluso un epitafio tricolor que en su desorganización interna y el contubernio de encargos públicos hacia diputaciones, senadurías y puestos rémoras, se encuentra en peligro de extinción en Hidalgo.
Es insostenible en el país este tipo de gestión opresora de la ciudadanía, que la secuestra en la inconcreción de la tarea pública desde la figura gubernamental más importante de la estructura política de la nación: el municipio, por lo que es necesario hacer cumplir la ingeniería constitucional de la revocación de mandato para no permitir el cesarismo municipalista como el que viven los pachuqueños.
Pachuca es digna de un buen gobierno. Sus servidores públicos, pese a ser elegidos de manera popular, deben presentar un proyecto municipalista que se realice en la racionalidad administrativa, arqueo y prospección de presupuestos viables y posibles de su gestión; que tengan estudios profesionales probados ante la Secretaría de Educación Pública y trayectoria profesional en el servicio público, además de probidad pública, que implica el uso de marco lógico de los recursos hacia la ciudadanía que menos tiene e inteligencia institucional para racionalizar los recursos escasos y su valor público; y si no fuera mucho pedir, inteligencia personal vinculada a procesos mentales que salvaguarden la integridad, bienestar y dignidad de los ciudadanos.
