¿Qué tiene México que no tenga Croacia?

Mientras la dizque selección mexicana y sus dizque patriotas aficionados se obsesionan como curas jóvenes con el quinto partido, Croacia llega a la final dominando a Francia, aunque el marcador opine lo contrario. ¿Qué tiene Croacia…? No, al revés: ¿qué tiene México que no tenga Croacia? Pues, para empezar, directivos como Decio de María, Cantú, Compeán, Leaño… Y demás finas personas de sospechoso olor a porro teco. Y aficionados que soportan al Perro gargaroso y demás estrellas telenoveleras. Porque Croacia es la misma a la que nuestra dizque dizque le ganó 3-1 apenas en la copa mundial de hace cuatro años.

Y así, mientras el futbol de todos los otros países se hace más competitivo, aquí el Tri es como el PRI, o peor, porque la dizque afición no despierta ni con cubetazos de hielo. ¡Ah, que en el fucho también nos dejaran votar! En ochenta años, o menos, como en noventa, seríamos campeones de futbol. Y ya estamos en los últimos minutos del partido Francia-Croacia, ¡ah!, el quinto.

Por: Agustín Ramos

El tiempo pasa, lo digo yo que nací en 1925, según los dueños de la palabra municipal. El tiempo pasa, hace un rato era de día y ahorita son las once con trece minutos de la noche. Me llaman Agustín Ramos (fíjense bien que no digo "me llamo", porque no acostumbro llamarme a mí mismo, ¿para qué?, si casi siempre estoy aquí conmigo). Nací en el año ya dicho por los ilustres poetas funcionarios, más ilustres que poetas, eso sí, aunque también el lustre y el puesto de funcionario les venga por la digna vía de la autopromoción. No es por hacer sentir menos a nadie, pero soy de Tulancingo... je, je. Me llevaron a México y ahí me puse a vivir. No concibo la escritura como algo distinto a la vida. Digo "viví" y es lo mismo que si dijera "escribí"; escribí millones de hojas, quince libros, o menos, como 17, entre novelas, ensayos y cuentos, sobre todo de temas históricos. Esto último gracias a la soberbia historia minera de estos lares míos y a la nostalgia que estos lares míos me producían cuando estaba recién llevado a México, ciudad donde viví y amé casi tanto como aquí. Y, bueno pues, ya son las once con 24. ¿Ven?, se los dije: el tiempo pasa, que me lo digan a mí que nací en 1925... Yo, el rey.






¿Y AHORA? - Agustín Ramos

El tiempo pasa, lo digo yo que nací en 1925, según los dueños de la palabra municipal. El tiempo pasa, hace un rato era de día y ahorita son las once con trece minutos de la noche. Me llaman Agustín Ramos (fíjense bien que no digo "me llamo", porque no acostumbro llamarme a mí mismo, ¿para qué?, si casi siempre estoy aquí conmigo). Nací en el año ya dicho por los ilustres poetas funcionarios, más ilustres que poetas, eso sí, aunque también el lustre y el puesto de funcionario les venga por la digna vía de la autopromoción. No es por hacer sentir menos a nadie, pero soy de Tulancingo... je, je. Me llevaron a México y ahí me puse a vivir. No concibo la escritura como algo distinto a la vida. Digo "viví" y es lo mismo que si dijera "escribí"; escribí millones de hojas, quince libros, o menos, como 17, entre novelas, ensayos y cuentos, sobre todo de temas históricos. Esto último gracias a la soberbia historia minera de estos lares míos y a la nostalgia que estos lares míos me producían cuando estaba recién llevado a México, ciudad donde viví y amé casi tanto como aquí. Y, bueno pues, ya son las once con 24. ¿Ven?, se los dije: el tiempo pasa, que me lo digan a mí que nací en 1925... Yo, el rey.