La comprensión ontológica 5

¿Hay algo de lo cual nadie puede dudar? El ser.

—¿Hermano?

El humano es más que un sujeto en un mundo de objetos, conocemos de múltiples formas, modos de ser y/o juegos de lenguaje. ¿Es seguro ese conocimiento? Por supuesto, empero, la certeza en un tipo de conocimiento puede no serlo en otros. ¿En qué se basa, justifica o fundamentaría? En la comprensión de los diversos significados de ‘conocimiento’.

¿Qué clase de ser eres? —me pregunta Heidegger.

4.1 —Soy un monstruo.

¿Un monstruo del infierno?

Un engendro de pesadilla.

Estoy en el baño del bar “La Terraza de Hemingway” mirándome al espejo, aspiro hondo observando mi cabello mojado sobre mi pálido rostro y, además de las extremas ojeras, me intimidan esos diabólicos huecos negros que parecen los ojos del mismísimo demonio.

Tú eres tu principal enemigo.

Experimentaba mi primera borrachera.

4.2 —Aquí le sacaban el corazón a las vírgenes —me dijo Claudia por la mañana mostrándome una piedra circular grabada y, por un místico instante, en mi mente acaecieron las imágenes de las almas atrapadas. Tuve un presentimiento.

La noche.

Acampamos secretamente en una playa escondida en la isla de los sacrificios, a un kilómetro de Costa Verde, llegamos clandestinamente en un pequeño bote y sorteamos la vigilancia del faro auxiliados por el silencio de los remos tocando tierra en su lado norte.

¿Te gusta?

Las estrellas a todo fulgor.

Me gustan tus ojos.

Observamos las estrellas, los halos meta-galácticos y las infinitas luces del puerto reflejándose en el océano.

—¿Conoces todas las constelaciones?

Las olas rompían deliciosamente a nuestros pies y, platicando de filosofía rozándonos los labios, nos fundimos abrasándonos en el fuego infinito del universo. La arena conectándonos con la tierra eternamente girando, las palmeras suavemente ondeando y, apoteóticamente, los confines de la bóveda celeste siempre presente.

Pronto amanecerá.

Y, maravillosamente, la luz del sol se manifestó en todo su esplendor.

4.3 Caminábamos por los muelles platicando sobre el significado de la muerte en el periodo prehispánico cuando, al pasar por el bar “La Terraza de Hemingway”, el cuerpo de un hombre mayor salió volando por las puertas divididas de la cantina cayendo bruscamente en la callejuela empedrada de arena.

—¡Padrino! —exclamó Claudia preocupada, se acercó al viejo y levantó su cabeza para ayudarle mientras dos corpulentos sujetos salieron del bar amenazantes.

¡La vas a pagar, maldito anciano! —dijo uno.

—¡Déjenlo en paz! —defendió ella.

—¡Nos debe dinero, señorita! —dijo el otro—. Y lo encontramos aquí gastando como si no nos debiera nada!

—¿Cuánto les debes, padrino?

—Sólo veinte… —dijo el viejo completamente briago—. Vein… Te-mil.

—¡Treinta mil con intereses, anciano!

—No les voy a pagar intereses.

Uno de los sujetos se dejó ir contra el viejo, Claudia se interpuso y éste la empujó bruscamente. Como un rayo me abalancé sobre él, caímos al suelo y forcejeamos; su compañero comenzó a pegarme y, sorpresivamente, Claudia le propinó un patada en la cara que lo sacó de balance. Entonces nos separaron algunos transeúntes y clientes del bar.

Vámonos, padrino.

Ayudé a Claudia a levantarlo y, apoyándose en ambos, nos retiramos aún con algunas amenazas de los acreedores a nuestras espaldas.

—Te vamos a cortar la lengua si no nos pagas, anciano.

—¡Y no vuelvas por aquí hasta saldar tu deuda!

Llegamos hasta un barco oxidado de diez metros de largo, ayudé a Claudia con el viejo en su ascenso y, luego de entrar a la cabina-camarote, lo acostamos en un destartalado camastro y, casi de inmediato, comenzó a roncar.

—¿Cómo se llama? —le pregunto.

—Ferdinand.

—¡Capitán Ferdinand! —aclara el viejo sin abrir los ojos.

Sí, capitán —responde ella acariciándole la frente y, luego de una pausa, el capitán reanuda sus ronquidos—. Es uno de los mejores pescadores, aunque últimamente el alcohol, tú sabes, lo ha sacado de control. Pero es un buen hombre. ¿No te gustaría trabajar con él?

4.4 —¿Qué clase de seres somos, hermano?

Nuestra conciencia es algo de lo cual nadie puede dudar. ¿Puede ésta ser conciencia de nada? No puedes pensar la nada ¿o sí? Depende el significado de ‘nada’. No hay estado mental sin contenido. ¿Y cómo sabemos que dicho contenido existe? Porque existe para nosotros. Pero, ¿existe independientemente de nosotros?

Dichas preguntas puedes ponerlas entre paréntesis —me advierte Husserl y, tras confiarme su fatídica decepción por el comportamiento antisemita de Heidegger, me propone su clásica fenomenología como método de investigación filosófica.

Continúa 6

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".