Ser y Devenir 132

¿La metafísica es una ilusión? Nietzsche nos quita la venda esencialista y universalista de los ojos mostrando que el “mundo verdadero” es inaccesible, empero, no porque él lo afirme.

—¡Son los propios metafísicos —acusa Nietzsche—, los que dicen que es inaccesible!

—Sólo es accesible para el sabio —dice Sócrates.

—Porque él vive en ese mundo —añade Platón.

—Porque él es ese mundo —añade Aristóteles.

El mundo metafísico se vuelve promesa cuando se hace cristiano, luego se vuelve consuelo aunque como imperativo.

—No podemos conocer la cosa en sí —reconoce Kant.

Sin embargo, si “el mundo verdadero” es inaccesible y, por tanto, incognoscible, entonces no puede ser promesa, ni consuelo y mucho menos algo obligante.

—¿A qué podría obligarnos la nada? —nos dice Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos—. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?… ¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!

La metafísica es una ilusión.

—¡Feliz año nuevo!

Rose y Collins decidieron brindar en el gran salón antes de irse a sus respectivas casas, mientras tanto Benny daba el último rondín del año por los linderos del internado.

—¿Qué tanto miras por la ventana, muchacho? —me pregunta Rose.

—Estoy buscando al caballo pinto —contesto, volteo y ellos se miran algo sorprendidos.

—¿Viste al caballo? —me pregunta Collins.

—Todos los días lo veo —dije recordando a Tezca (mi caballo del rancho) y seguí mirando por la ventana pero no vislumbré al equino en todo el día, anocheció en color azul y sólo me di cuenta cuando Benny encendió la luz turquesa.

—¿Tú no vas a tu casa? —le pregunto.

—No puedes quedarte solo en el castillo —responde y mete algunos maderos a la chimenea.

—¿Por qué no? —respondo, voltea y se me queda viendo.

—¿No te da miedo? —me pregunta y enciende los maderos.

—¿De qué debería tener miedo?

—No, pues… —dice luego de una pausa—. Sólo de ti.

—De mí no te preocupes, Benny. Ve a casa con tu familia. Tú que puedes.

—¿En serio? —dice luego de pensarlo.

—¡En serio!

—¿Seguro vas a estar bien?

—¡Seguro!

Me sonrió agradecido, palmeó mi hombro y, antes de irse, me regaló una hermosa pluma rojiza que me colocó en el cabello por arriba de la oreja.

—Es un símbolo protector —me dijo, tomó su maleta y, después de pedirme que no contara a nadie su ausencia que concluiría a la mañana siguiente, salió del castillo; ascendió a su camioneta Ford, volteó una vez más para despedirse con la mano y, luego de dar un profundo suspiro, partió lentamente sobre el camino cubierto de blanco.

—Adiós, carnal —dije en voz alta.

Me vi en un espejo de cuerpo completo, me puse serio y, tocando levemente la pluma en mi cabeza, me expresé muy estoicamente:

—Serner “el mexica”.

Me echo a reír, me interrumpe un ruido a la distancia y me asomo pero no alcanzo a ver nada. Tomo mi lámpara suiza caminando hacia la oscuridad.

—¿Alienación?

Llego a la estancia de las oficinas de administración, enciendo la luz y emito un grito de sorpresa al toparme con otro espejo. Me siento en el piso, me acuesto boca arriba abriendo los brazos y cierro los ojos.

—Si la metafísica es una ilusión, ¿de qué nos sostenemos cuando no nos sostenemos de los hechos del mundo? ¡No te estás agarrando de nada! ¿Hay una instancia no-mundana? Tú crees que te estas agarrando de algo, pero en realidad sólo te estás agarrando de tus vísceras ¿Cuál es dicha instancia? Al querer darle sentido a tu existencia únicamente de manera racional nunca logras vislumbrar que “lo verdadero” reside en tu cuerpo. ¿Todo es material? Pero te consideras tan poca cosa al prejuzgarte como mundano, contingente y perecedero que tienes que fundamentarlo todo en una instancia no-mundana, necesaria y eterna, e.g., algo sublime como Dios y/o su mundo trascendental. ¿Lo inmaterial es sólo una ilusión? Porque te crees de tan de poco valor que no justificas en tu propio ser la existencia o el sentido de la vida, los límites del conocimiento y la fundamentación de la moral. ¿Y acaso una ilusión no es real? Siempre recurres a una instancia externa a ti mismo.

—No sé qué hacer —me lamento frente al fuego de la chimenea.

—Aceptar tu individualidad, enamorarte de tu ser y dejar de esperar algo de ti que no eres.

—No quiero estar loco.

—¡Qué importa!

—Sí importa para mí.

—¡Al menos eres un auténtico loco!

—Quiero mejorar.

—¡Tienes que dejar de idealizar-te!

¡Por qué no!

—¡Porque toda idealización te aplasta, te hunde y te debilita haciéndote sentir que eres una mierda!

Y de pronto ya estoy llorando.

—Porque uno mismo se minimiza por los ideales de la metafísica.

Entonces suenan las doce campanadas de todos los relojes del castillo Humboldt.

—¡Feliz año nuevo!

 

Continúa 133

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".