Simulacro nacional

En 2012, la justicia italiana procesó a seis geólogos por no haber podido predecir un sismo ocurrido en 2009 en L’Aquila, zona central de la península itálica. En 2017, fueron absueltos por el cargo de homicidio culposo, pues se concluyó que es imposible predecir un terremoto. 

En México, nunca se han buscado culpables de los terremotos. Si lo hiciéramos, decenas de constructoras, instituciones públicas y personas en mandos políticos serían los responsables. 

En todo esto, los científicos juegan el papel más relevante al señalar en dónde sí y en dónde no se pueden construir ciudades o edificios; de la mano de la ciencia es que se conoce la nobleza de los materiales y las tecnologías de construcción, así como las posibilidades de hacer frente a los estragos de los desastres. 

La memoria colectiva  de nuestro país está marcada por los terremotos. Nuestro temor a los caprichos de la Tierra es también un temor a cómo se han hecho las cosas en todas las ciudades mexicanas. 

La Tierra tiene sus ciclos y es una fuente incontrolable de desastres naturales. La ciencia nos ha permitido disminuir los efectos de terremotos y otros fenómenos de la naturaleza, pero aún no ha hecho posible mejorar la ética humana y hacer frente al problema de la corrupción en quienes gestionan y construyen las ciudades

Cada año en nuestro país se realiza un simulacro nacional en el que se trabajan las capacidades de reacción de la población y de las brigadas de protección civil frente a la emergencia de un terremoto. Lo que esperamos es que la forma en la que se crean nuestros espacios de vida en México, en cada rincón del país, sean espacios dignos y bien construidos, que obedezcan a las necesidades humanas y de la naturaleza y no sean solo un gran simulacro para enriquecer a quienes se hacen cargo de la obra pública. 


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