Todos Unidos contra Anaya… o la desilusión tricolor

El PRI insiste en bajar del segundo lugar de preferencias a Ricardo Anaya. Las triangulaciones en la compra de un terreno, las relaciones con el empresario Manuel Barreiro, la insistencia sobre la residencia familiar de Anaya en Atlanta (Georgia), más todas las acusaciones que se sumen esta semana contra el candidato de la coalición Por México al frente, más que debilitarlo parecen fortalecer la  (pre)campaña del perre-panista.

Por lo ingenuo de la estrategia del PRI, José Antonio Meade parece condenado a arrancar la ruta del proselitismo en el muy penoso tercer lugar, algo sólo visto en los lejanos tiempos de la campaña de Roberto Madrazo, allá en 2006. Los genios del PRI insisten, infructuosamente, en promover una campaña negra contra Anaya, sacándole, según ellos, todos los trapitos al sol; sin embargo, ante la opinión pública el queretano es la víctima del autoritario sistema que utiliza toda la fuerza del Estado mexicano con la complicidad del CISEN, Gobernación, Hacienda y el SAT para acabar con su reputación.

Las peores artes de la política se asoman, la trascendencia de una lucha electoral por la Presidencia de la República para el PRI así lo exige. Pero el partido equivoca el método por la amplitud de medios de comunicación, un entorno más participativo en las redes sociales y una sociedad más plural ha resultado imposible fijar la tesis del político corrupto contra el tierno Ricardo Anaya.

Éste es un producto joven, fresco, con una breve carrera política que las fuerzas del priísmo jurásico no han podido inquietar mucho. El riesgo de insistir en este modo de operar contra el panista es convertirlo en mártir, algo similar a lo que ocurrió cuando Vicente Fox y la maquinaria de Los Pinos desaforaron a Andrés Manuel López Obrador, en 2006. Después de aquella experiencia resultaba poco probable que se insistiera en aquellas tácticas del viejo sistema, pero al parecer la desesperación del PRI prefiere reventar en los medios a Anaya que fortalecer la frágil imagen y liderazgo del desangelado José Antonio Meade.

El partido en el poder ha cerrado filas y ha regresado a las fórmulas que marcan el manual de “Gánese la elección a costa de lo que sea”. Conscientes de la vulnerabilidad del candidato de unidad, la apuesta es por operar territorialmente en cada uno de los distritos que garanticen el triunfo en las urnas. Así han recurrido a los caudillos y caciques de las regiones para que éstos, con el conocimiento de sus bases y padrón electorado empiecen a persuadir en aquellas latitudes donde el PRI es un amo de la alquimia: las zonas de mayor pobreza y atraso, es decir, en asegurar el voto rural y, mediante acarreos, compra de votos y acuerdos clientelares hacer la promesa de obras públicas, entrega de recursos y apoyos a cambio de sufragar por los colores de la bandera nacional.

El PRI buscará a toda costa llevar a Meade a Los Pinos, lo cual no parece una empresa fácil, más bien el escenario luce como misión imposible. Será necesario recurrir al trabajo de trinchera, a ensuciarse la botas, a visitar en la larga geografía nacional, en la que el partido tiene larga experiencia y cobertura territorial. Esa chamba que el abanderado del tricolor no sabe hacer, serán los escuderos de un grueso organigrama y las tropas de la estructura corporativa de masas (CNOP, CTM y CNC) quienes la harán. Veremos si les alcanza. Dicen en la sede de Insurgentes los militantes del partido que “estaríamos mejor con…Osorio Chong”, ¿será? Quizá convenga dar un viraje y cambiar de candidato. Ya lo hicieron una vez.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.






EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.