Una vacuna que desgarra al tejido social

Los problemas se multiplican en distintos países en torno a la distribución de las vacunas contra el covid-19, ya que la espera es tortuosa mientas los ciudadanos se enfrentan a la muerte.

Pero no es solo el suministro de la vacuna lo que hoy asoma la nariz frente a la contingencia sanitaria, lo es también el hecho de que las presiones del mercado de los grandes laboratorios han planteado un escenario de lucro mayúsculo, empujando a los gobiernos a abrir la venta al mercado privado.

Por si fuera poco, las vacunas han provocado reacciones de diversas magnitudes en algunas personas, incluso la muerte; esta información es sustantiva para dejar en claro que habrán de ocurrir múltiples problemas hasta que los fármacos se depuren y puedan ser realmente seguros.

En este trazo desgarrador, las desigualdades del orden sistémico se pronuncian con mayor peso frente a la muerte, porque sabemos de sobra que el mercado dobla al Estado y lo sujeta de tal manera que la mayor parte de las personas en el planeta no accederán a las vacunas, y en el mejor de los casos habrá que pagarlas. Esto es una muestra de que la salud siempre ha estado en manos de mercenarios que se sirven del dolor social y que se presentan como buitres al asecho del moribundo.

Los gobiernos cómplices de las élites mercenarias disfrazan la realidad y esconden los apetitos de mercado hablando de la insuficiencia de las vacunas cuando, en realidad, se encuentran almacenadas para ser encarecidas y propiciar su venta al mejor postor, lo cual evidencia que la patria no es para todos.

Nada puede extrañarnos en esta carnicería humana, nada puede sernos ajeno cuando históricamente hemos sido testigos de cómo los intereses económicos manejan los hilos del poder y someten en un neoesclavismo a los ciudadanos, causando estragos en la descomposición de una sociedad desigual donde la opresión política y económica es la constante.

Lo absurdo es que la ciudadanía no se organice para exigir del Estado la probidad frente a la pandemia y el respeto a la dignidad y vida humana, condiciones que nos muestran que no hay más ciego que el que no quiere ver.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.