Veda electoral: ¿veda de la conciencia ciudadana?

Se acerca el fin de las campañas y el inicio de la veda electoral, donde la ciudadanía debe razonar su voto con base a la información que recibió de las y los candidatos, quienes, lamentablemente, estuvieron más enfocados en ataques y guerra sucia, que en sus propuestas.

Ha concluido el proselitismo político de las campañas políticas y el impasse de veda para la reflexión ciudadana ha dado inicio. Este impasse se enfoca en la suspicacia de un escenario en donde las propuestas y las ofertas de generación de soluciones y oportunidades sociales deben trascender al voto razonado el 2 de junio.

 

¿Qué radiografía política deja la pasarela política de candidatas y candidatos en Hidalgo?

 

El análisis crítico se presenta en los avances de la cultura política y la toma de conciencia que pueda someter a juicio cada propuesta y oferta política; ya que los trasiegos de campaña y los debates que realizó el IEEH y diferentes organismos privados, como el CCEH, resultaron insuficientes, carentes de profundidad, de contraste de ofertas políticas y en zafarranchos de arenas donde las y los gladiadores salpicaban sangre, mientras el auditorio hacía de “circo romano”, esperando que rodaran cabezas a beneplácito del árbitro electoral.

 

Quedaron en este trayecto los laberintos del oscurantismo político de la guerra de declaraciones. No se supo a ciencia cierta por qué Morena Hidalgo fracturó su alianza con PT, no se disiparon las dudas sobre las pesquisas de negocios al amparo público y evasión de impuestos de Benjamín Rico, tampoco se esclarecieron las estelas del pacto político de Omar Fayad con la 4T y mucho menos se supo cuál fue el papel que jugó el regreso de políticos de la vieja guardia que se adhirieron al proyecto guinda como “el profe” Guadarrama.

 

En los estragos de la crisis hídrica quedó pendiente, por parte de las y los candidatos, una propuesta clara y con data dura para solucionar el problema del agua de consumo humano, y ello quedó en imaginarios ambiguos de propuestas que no especificaron los instrumentos de acuerdo al caso.

 

La antítesis mayúscula de este proceso electoral estuvo centrada en los ataques y guerra sucia de las y los políticos. Esta condición, a título de despropósito político, se edificó y escenificó de modo ripioso y dramático, porque la ciudadanía espera que la política sirva para construir y no para destruir, cuestión ausente dentro de la “civilidad política”, también ausente en la mayoría de los escenarios de contienda.

 

La veda electoral es un periodo donde las y los ciudadanos deben razonar su voto con base a la información que recibieron de la oferta política de las y los candidatos. Es un periodo donde el sigilo político asemeja a los lobos acechando a la presa y no a un momento donde la cognición y conciencia ciudadana aflore para contrastar las propuestas que, en tantas caminatas, toques de puerta y actos de prestidigitación escénica, llevaron a cabo las y los aspirantes a representantes populares.

 

En este escenario parece claro que la cultura política es un entramado complejo que debe ser una de las tareas de la partidocracia de forma perenne para garantizar que la ciudadanía comprenda los engranes de las estructuras de gobierno, a qué tiene derecho y cuáles son las formas de movilización, gestión y petición a las que puede recurrir para hacer de la democracia una constante de lo cotidiano y no una pasarela de cada tres o seis años.

 

El 2 de junio es la cita en las urnas, pero no necesariamente la cita con la democracia, objeto político no identificado (OPNI), que aún la ciudadanía parece no haber descubierto con veda y sin veda electoral.


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