Villamelones escarlatas

El pasado fin de semana el Estadio Fray Nano lució llenos completos para recibir a los Tigres de Quintana Roo, en la todavía llamada Guerra Civil que ganaron los escarlatas por limpia.

Los aficionados rojos, que brillan por su ausencia y tienen a los Diablos en los últimos lugares de asistencia, acudieron en masa. Claro que la mayoría de ellos no hizo largas horas de fila para conseguir dos boletos por persona, sino que acudió a la reventa, que había acaparado los mejores lugares y ofrecía descaradamente su mercancía hasta en cuatro veces su valor. Y es que, además, los boletos subieron de precio arbitrariamente de nueva cuenta por decisión de su gerente, Othón Díaz, que maneja el equipo utilizando su verdadera vocación de abarrotero.

En una muestra más de lo poco que le importa la afición, el gerente había ideado una “novedosa” promoción en la que obligaría a comprar la serie completa de los Tigres con la del colero Campeche en mayo.  Lo cierto es que desde el martes ya no había boletos y los que habían conseguido entradas se habían tenido que conformar con los de gradas, aunque pomposamente se anuncian como butacas.

Afortunadamente la lluvia no se hizo presente, pues cuando se suspende un juego, hay que esperar 72 horas para que le regresen el importe del boleto.

Tras la engorrosa revisión de los supuestos agentes de seguridad en la que hasta la gorra quitan, quedó de manifiesto que a la mayoría de los asistentes no les interesaba el beisbol, sino solamente el ambiente.

A pesar de que fue un gran juego que quedó dos carreras a una, el público se entretuvo haciendo la ola o molestando a las parejas que iban al baño con el grito de “beso, beso”, o haciéndole bullying a una japonesita que no entendía nada cuando le gritaban que abriera los ojos, o a un tipo jugando con los muñecos de las mascotas de los equipos.

Me dio coraje oír al encargado de Medios de la Liga Mexicana, Gabriel Medina, decir que había sido una serie ejemplar, con un ambiente familiar. Claro que él no tuvo atrás a un borracho que se pasó el juego mentándole la madre a Luis Mauricio Suárez, el jardinero izquierdo felino, ante la azorada mirada de un pequeñín que jugaba con su vaquero Woody.

El energúmeno se ufanaba diciendo que “había pagado su boleto para mentarle la madre a los Tigres”, presumiendo la educación que había recibido en la escuela de carretoneros. Seguramente estaba ardido contra el novato del año de 1998, que ganó muchos juegos a los Diablos y que estando con Tijuana los eliminó en la inauguración del Fray Nano. Con gran categoría el jardinero no respondía a las groserías, sino que simplemente hacía como si se limpiara el uniforme.

Afortunadamente este tipo de nefastos aficionados no se paran seguido en el estadio, pues se trata de meros villamelones que no saben nada del rey de los deportes.

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Por: Jorge Carrasco V.

Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.






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JOSEANDO - Jorge Carrasco V.

Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.