Y el priismo hidalguense se volvió a unir

No hay plazo que no se cumpla, dice un viejo adagio, y el tiempo para las campañas electorales en todo el país ha llegado a su fin, dando espacio a la reflexión dentro de las militancias para poner en una balanza todo lo que han dejado estos 60 días de campaña, mientras que para el resto de la ciudadanía representa un momento de tranquilidad, pues ya no se encuentran con el bombardeo constante de propaganda.

En el bastión del Partido Revolucionario Institucional existe cierta expectación por lo que está por venir este domingo 6 de junio. A diferencia de lo que se vivió hace tres años en el cierre de campañas del 2018, hoy parece que la confianza y la seguridad ha permeado en las conciencias de los cientos de asistentes al último evento priista previo a la jornada electoral.

Este día es día de fiesta, expresaban algunos de los que se encontraban en las filas a punto de ingresar a las instalaciones del partido tricolor. A pesar que el estado vive una pandemia, y con todo que hay semáforo rojo en Pachuca, parte del perímetro de la dirigencia priista estaba rodeado por personas ataviadas con los colores partidistas, pero eso sí, todos con cubrebocas.

 

 

Ya adentro, el ambiente estaba casi predispuesto cual si fuera un partido de futbol: banderas con emblemas relacionadas con el priismo hidalguense se agitaban con el aire característico de la capital hidalguense, silbatos y porras se emitían en todos los puntos, y en los dos flancos que rodeaban el escenario se veían personas de todos los sectores: jóvenes, campesinos, mujeres, obreros, comerciantes, todos.

Fue cuestión de minutos cuando una voz de fondo dio la tercera llamada, y después de eso, un desfile de banderas tricolor -no precisamente del lábaro patrio- se encaminaba por la pasarela, y de la nada, una ráfaga de pirotecnia daba la bienvenida a Citlali Jaramillo, Juan de Dios Pontigo, Benjamín Rico Moreno y Julio Valera, recorriendo cada centímetro del espacio, dándose oportunidad de saludar de puño a sus seguidores y ¿por qué no?, tomándose la clásica selfi.

 

 

Tras unos gritos de “vamos a ganar”, la primera en pasar al frente es Citlali: recorre de arriba abajo el templete mientras que afirma que su equipo se encargó de caminar más de 300 kilómetros, tan solo en el Distrito 12, y empleando cerca de 180 horas en los días que duraron los actos proselitistas.

Narra la candidata la historia de Don Efrén, o El Borre como lo conocen en el Barrio del Arbolito; cuenta que conoció la historia de este personaje, quien se caracterizó por ser el gestor de mejoras en su comunidad, a tal grado que llegó a gestionar escuelas, centros de salud, culturales y demás, y sobre todo, hizo frente a un grupo de delincuentes, Los Calcetines, solo para defender a su terruño.

 

 

Con cierta alegría en su voz, Citlali Jaramillo afirma que el acercamiento con este personaje le ha dado una enseñanza de vida en aquellas elecciones del 2018, y cual si fuera un deseo infantil, confiesa su anhelo de ser como él, de ser una gestora, de ser una mujer de causas –y agrega-, sin avaricias personales.

Dedica unas palabras a su familia: ensalza a su padre por enseñarle a ser valiente, que se debe ser causa de la vida y no consecuencia de la misma; a su madre por hacerla de valores firmes, por mostrarle que nada es más importante que la familia; a su esposo e hijas por acompañarla en sus principales proyectos, y les promete, “rendirme no es opción, defenderé a las familias como defiendo a la mía.

El siguiente en hacer acto de presencia es Juan de Dios Pontigo. El frío pachuqueño parece no mermar la voz del candidato cuando se deshace en elogios hacia sus compañeros de fórmula, hacia sus compañeros candidatos y hacia su partido, pero también reconoce a los demás partidos que conforman la alianza, y sentencia que el triunfo este 6 de junio se conseguirá con el trabajo de esta unión.

 

 

Se muestra orgulloso de su equipo de trabajo, de la gente que lo acompañó a lo largo de 60 días recorriendo las calles del Distrito 13, de los sectores que asegura le dieron su respaldo a su candidatura, incluidos personajes políticos hidalguenses, pero sobre todo de pertenecer al PRI, el cual describe que “no solo es el partido grande, es el partido de México”.

Tras dedicar algunas palabras en contra de quienes consideró “un grupo de hidalguenses que no están ayudando en la crisis”, lanzó un mensaje a los indecisos: no queremos sus votos, sino liderazgos, la boleta tendrá solo dos opciones, el del autoritarismo contra la pluralidad, y en el calor de sus palabras, decide quitarse la camisa “que representa el fin de trabajo de campaña”.

El efecto provocado por la acción de Pontigo Loyola no pasa desapercibido, y una seguidora enfundada en una chamarra roja se acerca tímidamente al candidato para robarle un abrazo. Otra seguidora, quizá de unos sesenta y tantos años, también quiere su momento de fama, lo abraza y se acerca a su oído; los de logística convencen a ambas para que bajen del templete sin mayores incidentes.

Pero no cabe duda que la presencia de Benjamín Rico es la que genera más efervescencia en la multitud: apenas pisa el escenario, y las porras y vítores van hacia él con tanta fuerza que el candidato tiene que alzar un poco la voz, y al igual que su antecesor, reconoce la presencia de los valores del PAN y la lucha social característica del PRD en la alianza.

 

 

El tono de Rico Moreno es mucho más optimista que las anteriores participaciones. Su mensaje es simple: quiere llegar al Congreso de la Unión y ser un diputado que cuide el bolsillo y la salud de la población, y cual si fuera un líder de batallón, hace el llamado para que la ciudadanía vaya a las urnas a votar por su propuesta, culminando con un grito triple de “vamos a ganar”.

“Tenemos buenas noticias: no cabe duda que ya ganamos”, es la bienvenida que da el líder priista Julio Valera en su intervención. Presume a una gélida ciudad que el priismo hidalguense es el mejor de todo el país, y que los candidatos tricolores son los mejores de la contienda electoral, y al mismo tiempo, las banderas alrededor de él se comienzan a agitar, dando a la ceremonia un ambiente de epopeya.

 

 

Con esta misma emoción, agradece a los partidos de la coalición el acompañamiento en esta campaña, a los expresidentes de la dirigencia priista hidalguense y algunos personajes políticos reunidos en el evento; celebra la unidad no solo del partido, sino de Va Por Hidalgo, y confiesa que Hidalgo seguirá siendo el bastión priista de México.

Pone la figura de Luis Donaldo Colosio Murrieta como el ideólogo del partido, “el hombre que nos recordó las causas sociales del PRI”, y asegura que gracias a la filosofía de quien fuera el candidato a presidente de México en 1994, hoy se tienen aspirantes preparados y sensibles a estas causas.

A lo largo de 10 minutos, un emocionado Julio Valera describe todo el trabajo que se ha realizado desde el PRI para llevar a flote sus actos de campaña, se convence que las propuestas son las adecuadas “contra un movimiento que se ha llevado todo”, y que ahora la lucha por un mejor país no se hace con las armas, sino desde las urnas.

Y a medida que la voz del priista se acrecienta, llenándose de compromisos hacia los sectores más desfavorecidos, la gente se acerca más y más al templete en sintonía con esta sensación de unidad; ya no existen filas y columnas como cuando inició la ceremonia, ahora todos parecen estrechándose unos a otros. Un arma de dos filos, a decir verdad, dadas las circunstancias sanitarias.

Valera termina su mensaje con una voz enérgica: ahora tocará defender en las urnas el estado que se desea, que con la alianza se está dando la mejor pelea, y que a pesar de los errores del pasado, ahora tocará corregir el camino. Y a manera de firma final, termina dando tres gritos: viva México, viva Hidalgo y viva el PRI.

 

 

La postal que deja este acto final queda para la fotografía del momento. Los fuegos artificiales enmarcan a Valera, Citlali, Pontigo, Benjamín y sus compañeros de fórmula, mientras se toman las manos enfrente de un priismo frenético, ávido de seguir adelante con la causa, y como si fueran deportistas a punto de disputar el juego final, se convencen a sí mismos de que este año es el bueno.

 


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