Desde la muerte de la princesa Diana de Gales, los escándalos en la casa monárquica de Inglaterra no cesan; lo mismo hay príncipes borrachos, mujeriegos o pederastas, y los despilfarros de los miembros de la realeza contrastan con el humilde vivir y acontecer de millones de británicos.
El príncipe Andrés se ha visto inmerso en un escándalo de pederastia por su amistad con el millonario y pedófilo estadounidense Jeffrey Epstein, cuestión de la cual se quiso desmarcar pero que al ser entrevistado dejó tantos vacíos y dudas que tuvo que pedirle a su mamita, la Reina Isabel de Inglaterra, que le permitiera retirarse de la vida pública frente al rechazo de los súbditos ingleses.
El tema podría sumarse a uno de tantos escabrosos escándalos, pero en este momento es un punto sensible que a personajes de diversos ámbitos les ha costado su carrera, por lo que trascendido al poder monárquico, las cosas para Andrés se vuelven poco menos que dañinas, pero como su familia es juez y parte, es altamente probable que haya censura sobre una posible investigación.
Fue la BBC la que puso en jaque al príncipe Andrés, pero pocos medios informativos, tanto en Inglaterra como en el planeta, se dieron a la tarea de hacer una investigación, lo cual no fue necesario para que la casa real tuviera que sacarlo de la jugada y con ello cubrirse las espaldas, pero el clima se encuentra enrarecido y, por ende, el sigilo se impone.
No puede ni debe extrañarnos que este tipo de conductas se presente entre los “nobles”, porque las tropelías que han cometido y los abusos sociales marcan una larga y negra lista, pero ello no es contrario a tratar el tema y denunciar cuestiones que dañan a la humanidad.
Seguramente Andrés se saldrá con la suya, pero nada borrará este suceso que hoy empaña al mundo, no solamente a la casa real de Inglaterra, que en los hechos es como hacerle una raya más al tigre.
Consultoría Política y contacto público: barra_carlos @hotmail.com
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
