Autoorganización sistémica

El mecanicismo con el que hemos organizado nuestras relaciones sociales en el orden sistémico que creamos y cuya transformación ha presentado aprendizajes para los grupos de dominación que se erigen como élites que concentran las dimensiones de poder desde el Estado, ha perfilado un juego de suma cero cuya verticalidad discrimina a pobres de detentadores, estos últimos con el dominio de la reproducción hegemónica que hace posible su pervivencia.

 

¿Cómo explicar esta dominación cuando los menos se erigen como élites y los más como pobres?

 

La respuesta es compleja pero asume connotaciones alienantes, como el hecho de concebirnos como un tejido civilizatorio y, por ende, prestos para hacer valer la “razón” antes que la violencia, cuestión que se instrumenta lo mismo desde la familia y la educación, que desde el nacionalismo y la religión; al grado que una fuerza mayúscula a nivel social en el planeta, como los pobres, no logran hacer del orden sistémico y sus instituciones un orden de oportunidades y simetrías sociales.

 

En este escenario, el monopolio de la represión legal o violencia legítima del Estado, que lo mismo oscila en las estructuras jurídicas que en los cuerpos policiales y de la milicia, resultan implacables a la hora de proteger los intereses de las élites, cuestión que impermeabiliza a la Ley como motivo suficiente para aplastar la insurrección social aunque sea legítima y justa. Los núcleos indígenas, los pobres, las mujeres, los ancianos y, desde luego, los estudiantes, son ejemplo histórico de esta opresión legal.

 

La opresión en el mundo occidental ha llegado a niveles inenarrables donde las funciones mediáticas crean imaginarios proclives a la dominación, lo mismo en los cuentos de telenovela que encumbrando a ídolos de podredumbre que se autonominan “conejo malo”, evidenciando que el imaginario colectivo anhela una realidad absurda y empobrecida que solo empobrece y alienta la reproducción de la miseria mental.

 

La instrumentación del sistema educativo en occidente es la glorificación de la dominación y el control social crea pendejos funcionales (salvo raras excepciones), asegurando que la podredumbre de los mitos de capilaridad social se conviertan en aspiraciones quiméricas para los pobres y realidad concreta para las élites del poder.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.