CDMX a la deriva, herencia del PRD

El 1 de julio el PRD perdió algo más importante que la Presidencia de la República: la ciudadanía le arrebató la Ciudad de México. Sí, de forma contundente, sin pudor, con un voto de castigo dirigido a la torpe dirigencia colaboracionista con el régimen priísta, la ciudadanía cobró cuentas en las urnas para expulsarlos del antiguo Palacio del Ayuntamiento y quitarles los bastiones clientelares de las populosas demarcaciones de Iztapalapa y Gustavo A. Madero.

Ahora deberán procesar, en una catártica sesión de terapia colectiva, la frustración de quedarse nuevamente en la (eterna) minoría, un status que parecía imposible en 1997, cuando al llegar la democracia chilanga los emisarios de las luchas sociales recibieron el voto de confianza ciudadano para gobernar la capital del país por cuatro administraciones consecutivas.

Justo es aclarar que la suma de los errores acumulados por el Partido de la Revolución Democrática serán objeto de un análisis más frío y sereno que dejaremos pendiente para próximas entregas; en ésta queremos sostener la tesis de que la hecatombe sufrida por el partido gobernante en la capital se traduce en un abandono en las tareas de seguridad que por obligación debe(ría) realizar la administración capitalina hasta culminar la gestión el día 4 de diciembre. Así, el PRD gobernante ha optado por dejar la ciudad a la deriva.

El enojo por la aplastante derrota política ha desatado la salida de funcionarios y la omisión de responsabilidades necesarias para el funcionamiento de la agenda permanente de seguridad y servicios públicos, así se observa en los elevados niveles de criminalidad, específicamente robo en vía pública y homicidios, que alcanzan las cifras más altas que se hubieran visto en toda la historia de los gobiernos del sol azteca.

Con Mancera ya instalado en el Senado, el postulado por el PAN está más preocupado por sobrevivir en la política nacional que desde hace meses mandó al diablo el cargo para el que fue electo hasta diciembre de este año. El secretario de Seguridad Pública, por su parte, el tibio Hiram Almeida dimitió y de paso mandó un mensaje al crimen organizado que por estos días está desatado. Asaltos a plena luz del día en vagones del metro, como ocurre un día sí y otro también en la línea 8, línea B, entre otras, robo a transeúnte en vías primarias, asesinatos a sangre fría en las colonias del sur; imposición de derecho de piso y protección en zonas turísticas como el de la Zona Rosa-Juárez y Cuauhtémoc –Juárez hasta la aristocrática zona de la Lomas de Chapultepec y Palmas.

El crimen organizado aprovecha este vacío de poder mientras un inoperante José Ramón Amieva cuenta los días para salir del último encargo de su jefe Miguel Ángel Mancera. El enorme plazo entre la elección y la toma de posesión (cinco meses), en la que parece más importante eliminar cualquier vestigio que pueda comprometer a los derrotados que generar de forma responsable el trabajo permanente de la actual administración, parece el tenor de la extensa geografía de la “ciudad de la esperanza”.

Mientras los salientes siguen vaciando las oficinas y escondiendo archivos a marchas forzadas, han distraído la función esencial de un gobierno: garantizar la seguridad social. En la indefensión, en ese limbo que asemeja la dimensión desconocida: el limbo de ese cuasisemestre del que no termina por irse y el que llega no termina por entrar, los capitalinos seguiremos esperando que transcurra el tiempo sin que el crimen organizado convierta a nuestros seres queridos en estadística del último informe de gobierno, porque en la euforia del triunfo y la tristeza de la derrota nadie calculó cómo mantener la institucionalidad del aparato público de seguridad, y ahí nos jodimos todos.

Mientras tanto, qué tal si vamos evaluando lo que el PRD nos dejó en estos años de gobierno que arrancaron en el sueño de la utopía y terminan con la pesadilla de la realidad caótica.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.






EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.