Desorden guinda, riesgo electoral

“Cómo estarán las cosas en Morena Hidalgo que hasta el PRI de Viggiano podría dar algunas sorpresas en las diputaciones y en las alcaldías…”

Ha empezado el periodo electoral, y francamente ha sido un inicio de tibio a frío. Y es que las y los candidatos al Senado de la República parece que se encuentran a la expectativa para ver cómo reaccionan sus contrincantes políticos; en el caso de Morena, se le ve muy confiada a la fórmula de Simey Olvera y Cuauhtémoc Ochoa, que sólo con la marca le va a alcanzar para ganar.

Si esta es la lógica con la que Morena piensa enfrentar la campaña electoral, parece que hay un riesgo inminente. Por muy bien calificado que se encuentre el gobernador Julio Menchaca, no será suficiente si el partido hegemónico en la entidad no se pone a trabajar en serio en la elección de candidatas y candidatos.

Basta con analizar la primera semana de campaña, donde no hay nada del otro mundo: ha sido fría, sin el picor que amerita el caso. Pareciera que el interés está puesto en las campañas para diputaciones locales y principalmente para alcaldías, donde aún todo es incierto, salvo en el PRI, que ya dio a conocer a quienes encabezarán las candidaturas.

El partido tricolor, a pesar de estar mermado como nunca en su historia, está echando mano de su oficio político, que aunque ya es viejo, al menos le funciona para poner orden. Cómo estarán las cosas en Morena que hasta el PRI podría dar algunas sorpresas en las diputaciones y en las alcaldías, porque así como van las cosas, parece que la dirigencia que encabeza Marco Rico no ha sabido corresponder a su líder político y sigue sin encontrarle cuadratura a la estrategia.

Basta con recordar que en la Huasteca hidalguense le han hecho la guerra sucia al candidato a diputado federal Daniel Andrade, lo mismo a Alfredo San Román, y curiosamente esa guerra ha sido del mismo partido. Esto se traduce en desorden, en falta de oficio y falta de liderazgo, porque es evidente que será muy difícil que puedan tener todo a su favor, como ahora; sería un golpe demoledor que no tuvieran la mayoría en el Congreso y los ayuntamientos.

El tiempo corre, y en ese velo de enigma en el que han caído en el partido oficialista, se respira nerviosismo por saber con qué fichas se la jugarán para garantizar el triunfo esperado. No basta con la marca de Morena, la decisión de tener buenos perfiles será determinante para dar la batalla en el terreno electoral. 

Se percibe que en Morena empiezan a parecerse al PRI de hace algunas décadas, donde ganaban todo, pusieran a quien pusieran, con la diferencia de que el partido tricolor puso las reglas del juego político y por muchos años le alcanzó para no tener rival que lo pudiera vencer, es decir, oficio electoral. Hoy, Morena, montado en el membrete, confía que con eso librará esta batalla electoral, pero sin estrategia, sin mucha idea y sin rumbo.

Las condiciones están dadas a pesar de sus yerros, a pesar de que hay incertidumbre y que ningún aspirante reciba la guía que se requiere para efectos prácticos. Por el contrario, el cuchicheo señala que todas y todos los precandidatos se sienten desamparados de su partido, y peor aún, empieza a latir el fuerte presentimiento de que no les alcanzará para hacer la operación cicatriz, que es muy necesaria entre los perfiles que son descartados.

Ya falta poco para las definiciones locales, que prometen ser, al menos en el papel, más intensas de lo que hasta hoy hemos visto; el panorama es prometedor para las y los contendientes, excepto para el dirigente estatal de Morena, que duerme con la tranquilidad que ofrece la inexperiencia.   


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