El blandengue liderazgo de Marco Mendoza

Marco Antonio Mendoza pasará a la historia como el peor presidente del PRI en Hidalgo, quien no se atreve siquiera a mirar a los ojos a Carolina Viggiano y mucho menos a cuestionar sus decisiones, por malas que sean.

El presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Hidalgo, Marco Antonio Mendoza Bustamante, ha dado tumbos desde su llegada al cubo de Colosio, ya que no logra amalgamar a la estructura priista por falta de liderazgo, de identidad y porque en su afán de protagonismo desmedido busca reflectores desde todos los espacios posibles, pero en definitiva no ha sido un presidente de tiempo completo, que es lo que se requiere para sacar del bache a lo que queda del PRI, y dadas las circunstancias se nota difícil que lo logre en el próximo año.

El líder priista juega en tres pistas a la hora de construir una narrativa para buscar credibilidad: la primera es lo que le comunica a la secretaria general del CEN, Carolina Viggiano, con quien se comporta sumiso, timorato y a quien no se atreve siquiera a mirar a la cara cuando da un manotazo sobre la mesa, de hecho se pone nervioso por su falta de carácter y liderazgo; es decir, Mendoza es un hombre de extrema obediencia, no refuta ninguna decisión -por mala que sea- de la oriunda de Tepehuacán de Guerrero.

La segunda es la que busca construir de manera forzada en todas las actividades que realiza y hace públicas, con las que pretende el reconocimiento que llene el gran vacío que hay en su interior. Un día se pone el overol de diputado federal, otro el de escritor, otro el de locutor, otro el de diplomático, otro el de embajador, y en sus ratos libres el de presidente del Comité Estatal; en fin, son tantas facetas en las que quiere incursionar Mendoza que no logra definir su verdadero camino político. Lo cierto es que hasta el día de hoy nadie reconoce su liderazgo y se le ve destinado al fracaso.

La tercera es la ansiedad que le genera no ser él por complacer a su jefa política, lo cual le obliga a cometer errores con tal de que le pongan una estrella en la frente, pero no lo logra por su carácter blandengue y frágil. Y es eso lo que le juega en contra a la hora de buscar aglutinar liderazgos y tomar decisiones. Digamos que es un “presidente de chocolate” que sólo fue impuesto en el cargo para hacer y deshacer al antojo de Carolina Viggiano.

Si bien es cierto que cuenta con la confianza de la excandidata a la gubernatura de Hidalgo, también lo es que lo único que lo mantiene a flote es su incesante necesidad de aparecer en todos lados y de obedecer, siempre obedecer, porque para eso fue impuesto en los espacios que ocupa, no es capaz de levantar la mano sin el consentimiento de su mentora. Y es que, cuando ha intentado tomar decisiones por su propia cuenta, siempre termina exhibido y sistemáticamente sumido en el fracaso, así es que este novel político ha construido dos tabiques en los espacios políticos que ocupa, porque ni siquiera ha tenido que salir al campo de batalla a ganarse por su propia cuenta el apoyo de la gente.

Sin duda, hoy Morena tiene la oportunidad de dilapidar al partido que por décadas fue hegemónico, porque no encontrará una verdadera oposición que le haga frente con estrategia, con astucia ni liderazgo. El PRI en Hidalgo simplemente se ha vuelto una comparsa que busca darle un somnífero a su fiel estructura, con una narrativa desgastada y sin credibilidad, mientras que en la realidad sabe Marco Mendoza que pasará sin pena ni gloria como dirigente estatal.

La estocada final la veremos en la elección de candidaturas, donde evidentemente estarían acomodando a sus incondicionales para asegurar escaños en las cámaras, sin importar a quién tengan que pisotear. Mendoza Bustamante ha tenido en la dirigencia nacional, que encabeza Alejandro Moreno y Carolina Viggiano, una escuela de embusteros, embaucadores, de gente sin palabra y sin principios políticos que hoy tiene sumido al PRI en la peor etapa de su historia.

Y ante la falta de trabajo y argumentos sólidos que ayuden en la construcción de un proyecto, siguen buscando culpables de su propia debacle, siguen lamiéndose las heridas para tener consuelo, esperando dar el zarpazo final a muchos liderazgos que aún confían en este grupo de rufianes.


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