El fuero como figura de amparo y protección política fue diseñado para permitir que la función de representación ciudadana que despliega un servidor público no tenga contratiempos ni obstrucciones que le impidan dar cauce a sus funciones, jamás para cometer ilícitos o actos que vulneren la ley.
El fuero constitucional atraviesa por una degradación a nivel jurídico y por ello debe ser revisado y perfeccionado, porque se ha convertido en un pase para realizar tropelías y abusos que desprestigian la labor política de representación popular y de probidad del Estado.
El escándalo protagonizado en Hidalgo por el diputado Edgar “N”, donde el Ministerio público de la Fiscalía General de la República (FGR) había determinado la imputación en su contra por la portación y uso de arma exclusiva del Ejército, quedó sin efecto bajo el criterio de fuero constitucional, por el que la jueza Verónica Gutiérrez Fuentes decidió no ejercer acción penal determinando que no había un juicio de procedencia para juzgarlo por delitos de índole federal.
Este hecho no ha motivado un solo pronunciamiento desde el Congreso local, que actúa como juez y parte, olvidando con ello su función frente a la ciudadanía, que en nada puede identificarse con quienes en teoría tendrían que ser sus representantes y defensores.
El fuero constitucional en esta estela de corrupción de su figura, hace que la política deje de ser vista como un elemento central de la vida y se transforme en un elemento corrosivo del tejido social. Los representantes populares que gozan del fuero pasan a convertirse en metaciudadnos, inmunes a cualquier acción legal y, por ende, intocables.
Este desplazamiento de la ciudadanía por la clase política es directamente proporcional a la crisis que vive la política y que, en este proceso electoral, crea un abismo de dudas e incertidumbre sobre el valor social que tiene la representación política, cuya pérdida de credibilidad y legitimidad tiene pruebas de sobra.
El presidente López Obrador se ha pronunciado en más de una ocasión sobre extinguir la figura del fuero constitucional porque ha perdido el valor jurídico que le dio origen y ha pasado a desvirtuar la función de la representación política de la ciudadanía, cuestión que se afianza en el amparo de las tropelías de diversos actores políticos.
El desprestigio político es consustancial a la carencia de honestidad de los servidores públicos, que en incontables casos lo mismo son amos de la malversación pública que dueños de la justicia. Lo mínimo que se pide es que esta realidad no pase desapercibida y por lo menos se inicie un proceso de moralización del encargo público.
Es un hecho: la política pierde coherencia por el abuso del fuero constitucional y da paso a la antipolítica, a la resistencia ciudadana que hoy vuelve prácticamente inútil el toque de puerta de candidatas y candidatos que piden el voto, cuando la escena política sólo arroja gotas de una amarga realidad.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
