El PRI en la historia sin fin

“¿Dónde están la renovación política y la apertura democrática en el PRI? La respuesta es simple: no hay capital político para el ascenso de nuevas caras ni fórmulas políticas, el antiguo régimen está en agonía en Hidalgo y más allá de sus fronteras”.

Terminaron las precandidaturas rumbo a las elecciones presidenciales con la tendencia aplastante de la alianza de Morena frente a la del antiguo régimen y la estrepitosa noticia de los contubernios en Coahuila entre el PRI y el PAN, que por supuesto el presidente López Obrador abordó en su mañanera para evidenciar la corrupción de Alejandro Moreno y Marko Cortés.

 

En Hidalgo también se cierne la oscuridad sobre el PRI, y ya sin los reflectores de antaño ni el clientelismo de plaza, Carolina Viggiano y Francisco Olvera protagonizan la historia sin fin.

 

La pregunta que las bases militantes del tricolor y la ciudadanía en general se hacen es: ¿dónde están la renovación política y la apertura democrática en el partido? La respuesta es simple: no hay capital político para el ascenso de nuevas caras ni fórmulas políticas, el antiguo régimen está en agonía en Hidalgo y más allá de sus fronteras.

 

La alternancia política que representa el proyecto de Julio Menchaca Salazar ha hecho despertar a Hidalgo, se edifica en las nuevas rutas de la transformación y en cada visita y discurso del gobernador, que retumba en las putrefactas heridas del cacicazgo político del PRI que, sin operadores ni alianzas de élites, ya no es un interlocutor válido para la ciudadanía.

 

En contraste, las redes de operación de Morena Hidalgo arrasan con los espacios políticos; su fuerza quedó al descubierto en la visita de Claudia Sheinbaum, pero también las llamadas de atención sobre el proceso de selección de candidatos y el tejido fino de la depuración interna del partido guinda, donde aún persisten la infiltración y guerra sucia del antiguo régimen.

 

En este escenario, el PRI Hidalgo presenta dos puntos de quiebre político: el primero es la erosión de su capital de operación y mediación social del cacicazgo político en extinción, que enfrenta el inmovilismo de la renovación de cuadros partidistas, por lo que Carolina Viggiano y Francisco Olvera han dejado de ser opción y fortaleza política en sus pretensiones hacia la cámara alta y baja, respectivamente.

 

El segundo punto es la corrupción de Alejandro Moreno y Marko Cortés, tan grande que Francisco Olvera ya recurrió a un amparo por los señalamientos de corrupción de los que ha sido objeto y que ya lo tienen con la espada de Damocles sobre su cabeza, empuñada por el quijote de la justicia y la democracia, Francisco Fernández Hasbun, decidido en su cruzada de “quien se meta con Hidalgo, la va a pagar”.

 

Poco han servido las pruebas del quiebre político y la agonía priista en Hidalgo para Carolina Viggiano, quien, en su último intento por llegar a la gubernatura, quedó en las sombras de la desolación política, a tal grado que inclusive en su campaña trató de emular a Morena y al “Peje” con la estrategia de las mañaneras, que no interesaron a nadie.

 

Por su parte, Francisco Olvera se niega a retirarse de la escena política, pero su carencia de capital político fue tristemente evidenciada en la visita de Xóchitl Gálvez a Hidalgo, pues en el mitin de la alianza del antiguo régimen reunió a tan sólo 500 adeptos que escucharon una retórica añeja y sin luz.

 

Lúgubre escenario para el PRI en Hidalgo y a nivel nacional, que no ha aprendido nada de la lección histórica de la 4T; sin embargo, la antidemocracia que lo ha caracterizado no revela una historia nueva, sino la historia sin fin.

 


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