Quizá la ceniza es el mejor reflejo de la extinción del fuego, esa cálida flama que, inexorablemente, recuerda los tiempos donde la luz estuvo presente, sin que se cuestionara si algún día podría apagarse.
Así fue la historia del partido de don Plutarco, un fuego que parecía eterno, que pocos se plantearon su extinción por ser una maquinaria política “perfecta”, donde la disciplina del autoritarismo había encontrado una máscara inmejorable en la quimera de la democracia y su discurso demagógico. En esos días, el presidente-gobierno era omnipotente, omnisciente y omnipresente; era Dios en la tierra azteca.
Por su parte, el PAN y su proyecto desarrollista que había simpatizado con la Alemania nazi se había convertido en la gran sombra de la democracia frente a la dicotomía de los empresarios que, vacilantes mientras el PRI-gobierno les había brindado el paraíso del proteccionismo industrial, no se atrevieron a pronunciarse en contra del tricolor, pero una vez que la riqueza se diluyó frente a los tratados de libre comercio, frente al propio neoliberalismo, habrían de arremeter con el discurso anticorrupción, en pro de la democracia y la libertad.
En ambas historias subyace un común denominador: el utilitarismo político.
El Estado para el PRI y el PAN ha sido una maquinaria de negocios que permite el control político de la ciudadanía que, ciega por el peso de la enajenación y el empobrecimiento de la cultura política frente a un espectro partidista “a modo”, ha caído en un letargo de la inconciencia política favoreciendo ese utilitarismo político.
El presagio de una tormenta al estilo del Armagedón ha hecho que el PRI y el PAN se hayan aliado pese a ser históricamente antípodas políticas, pero cuando la ocasión la pintan calva no queda otra que buscar el peor de las lecciones de la empírica política: “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”; crudo razonamiento que frente al advenimiento y posible prolongación de Morena en la presidencia del país, hoy es una realidad en los hechos y en los deshechos políticos del PRI y el PAN.
Pese a que la marcha de la 4T no ha sido, en modo alguno, el paraíso terrenal anticorrupción e impunidad, sí ha marcado un avance significativo frente al utilitarismo político, cuestión que ha sido advertida como un peligro por las huestes del PRI y el PAN, que ahora son PRIAN-PRD, y las rémoras partidistas conocidas como la chiquillada que habrán de unirse en alianzas políticas inconsistentes y efímeras.
Lo que estamos por ver es un escalofriante y dantesco escenario de sabotaje político y destrucción social.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
