Filosofía de la ciencia (5/12)

  1. La pregunta que justificaría las reflexiones precedentes sería “¿La ciencia comienza por la observación?”

Supongamos que dos personas contemplan el atardecer, la persona A fue formada bajo la concepción de Ptolomeo y la persona B bajo la concepción de Galileo. Si reconocemos que ambos ven el mismo objeto, puesto que las imágenes en sus retinas son las mismas, ¿cómo es que podemos decir que aquello que ven es distinto para cada uno? El sentido supuestamente común diría algo así como “Por supuesto que ven lo mismo, la posible diferencia reside en la forma en que cada uno interpreta aquello”. Sin embargo, la explicación tiene que suponer que el acto de observar es algo distinto al acto de interpretar lo observado. Pero esto suena como si fuera el caso tener sensaciones sin interpretaciones; implica la posibilidad de que en algún momento la sensación pudiera encontrarse ausente de interpretación, algo así como esperándola.. ¿Cómo podríamos decir que tenemos una sensación ininterpretada? ¿Qué podría ser, entonces, aquello observado?

 

5.1       ¿Veo el sol mientras lo interpreto? Entonces no estaría seguro que veo el sol. Mejor sería decir “Interpreto aquello que se parece al sol”, pero reconocería que no es el sol, que es únicamente algo que se le parece, por lo que tampoco tendría sentido decir que interpreto que aquello no es el sol mientras lo veo.

 

5.2       Pero quizá alguien se refiera efectivamente al sol, afirmando “Interpreto al sol mientras lo veo”. ¿Pero acaso tiene sentido decir que interpretamos lo ya interpretado? Bien podría replicar: “Veo el sol, sé lo que es y, sin embargo, lo interpreto”, pero en todo caso no sería una interpretación, sino una reflexión sobre aquello que ya conocemos de alguna forma, de alguna interpretación.

 

5.3       No vemos y luego interpretamos. La interpretación es el contenido de nuestra experiencia visual, algo así como “Sé qué veo porque puedo decir lo que veo”. En este sentido A y B no ven lo mismo, porque aquello que ven lo afirman de manera distinta.

¿Qué no es en esto donde reside el problema? Es decir, las confusiones se originan cuando suponemos que la observación es algo distinto al conjunto cognoscitivo de los agentes, i.e., de las afirmaciones que hacemos de dicho objeto. Porque del hecho que dos personas vean lo mismo, no se sigue que realicen las mismas afirmaciones sobre aquello que ven.

 

5.4       Pero tradicionalmente se expone la diferencia de manera complicada. A saber, expresándonos de la forma “Dos personas ven lo mismo en un sentido, pero no así en otro sentido”, únicamente enrarecemos el entendimiento de quienes han tratado incorrectamente la relación entre observación como simple experiencia visual y su precedente teórico. Decimos entonces que dos personas pueden estar viendo el mismo objeto, y no obstante ver cosas distintas, algo así como “Aunque dos personas tengan la misma experiencia visual pueden no estar viendo lo mismo”. Y de esto pueden suscitarse expresiones tales como “¡Cómo! ¿Acaso no es lo mismo?”. Por ello hay que esclarecer los dos sentidos, para después explicarlos como parte del mismo proceso visual: decir que el primer sentido corresponde a un proceso interno, mientras que el segundo corresponde a criterios externos.

 

5.5       Observamos y hacemos expresiones de aquello que observamos. En este proceder se esclarecen las diferencias de lo observado: en la problematización de las afirmaciones. Por ejemplo, A y B mirando el atardecer. Probablemente no tengan ningún problema al hablar de lo bello del cielo y de la majestuosidad con que el sol lo ilumina, del campo y los colores que lo integran, etc. Pero con toda seguridad discutirán cuando alguno realice la primera afirmación sobre el sol.

¿Pero alguno tendría la razón? ¿Alguno podría asentir a la argumentación del otro? Eso sería posible sólo si uno de ellos abandonase la teoría por la cual explica sus observaciones.

 

5.6       Aunque ambos observan el sol, ven cosas distintas. Puede replicarse: “¿Pero es que acaso no ven el mismo sol? ¿Cómo podemos decir que no ven lo mismo precisamente de algo que en sus discusiones reconocerían como el sol?”. Evidentemente, de otra forma la discusión no sería posible (sobre qué discutirían). Pero esta objeción tiene un origen técnico, ya que comúnmente cuando empleamos ‘ver’ no lo hacemos para distinguir nuestro entendimiento de lo que vemos por medio de los sentidos. Rara vez problematizamos las denominaciones de los objetos de los sentidos, caso contrario cuando hacemos afirmaciones de ellos. Pero entonces, ¿no sería mejor que dijéramos “A y B efectivamente ven lo mismo, lo que los distingue es su forma de verlo”, i.e., la forma en que hablan del sol, de aquello que ambos observan.

En este sentido, no podría negarse que los dos ven lo mismo, exactamente lo mismo, ya que es únicamente a través de este supuesto que pueden confirmarse sus distintas cargas teóricas. Sin embargo, ver lo mismo no es concebirlo igual.

 

Continúa (6/12)

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".