Filosofía de la ciencia (4/12)

  1. ¿Es que acaso no nos hemos convertido en adoradores de la ciencia? Creemos en su oferta fundamental, y luego justificamos nuestro error en otra fundamentación; pero siempre se le guarda el respeto. ¿Acaso no es como una religión?

 

4.1       El principio de inducción no puede justificarse lógicamente, mucho menos por sí mismo, i.e., empleando la inducción para fundamentar la inducción.

Pero ¿necesitamos justificarlo?

 

4.2       Efectivamente, muchas observaciones nunca serán las suficientes: es lógicamente posible que alguna vez experimentemos la presencia de un cuervo que no sea negro. Entonces se dirá: “Nuestra ley universal, deducida de observaciones particulares, contradice un enunciado particular, por tanto, no es cierto que “todos los cuervos son negros” sea un enunciado universalmente verdadero”. Pero ¿eso sería un cuervo?

Cualquiera no verá un cuervo; verá, quizá, un animal que se parece mucho a los cuervos, pero que no lo es en absoluto, simplemente porque todos los cuervos son negros, y aquél animal, por más que se parezca a un cuervo, no es negro.

No necesitamos justificar nuestras propias justificaciones.

 

4.3       Hemos olvidado la responsabilidad que nos atribuye la capacidad legislativa. No esperemos que un simple conjunto finito de enunciados universalice una ley; esperemos aquello que hemos resuelto, aquello que hemos deslindado: una norma.

Decimos que las leyes son universales en el sentido de que hemos sido nosotros los que le otorgamos dicho carácter, el cual confirmaremos como transparencia o negaremos como una oposición insostenible. Pero nuestra norma no se invalida por un enunciado observacional contradictorio, por el contrario, lo explica.

 

4.4       Si podemos aceptar que todos los cuervos son negros, entonces, aquello que se le parece con excepción del color no puede ser un cuervo (será otra cosa, pero nunca un cuervo, porque todos los cuervos son negros). Pero si aún insistimos en que es un cuervo, ¿cómo es que decimos “es un cuervo de otro color”? Porque sabemos que todos los cuervos son negros, por ello informamos la peculiaridad de éste (y hasta es probable que por ello se le investigue detalladamente).

 

4.5       ¿Acaso podemos ver objetivamente? Si es así, ¿por qué vemos cosas distintas? No estoy diciendo que frente a un marco yo vea una piedra mientras que otro vea una cama (aunque pudiera ser el caso), sino cuando decimos “los dos vemos cosas distintas” refiriéndonos a lo mismo.

¿Qué ve una mujer cuando mira a su esposo tras las rejas, lo mismo que la mujer que ha enviudado por su responsabilidad? Las dos ven al mismo hombre, sin embargo, ven algo distinto.

 

4.6       La observación depende de la teoría. En este sentido el falsacionismo pisa terreno firme. ¿Pero acaso rechazamos una teoría por un hecho que la contradice? Si hemos de reconocer que la observación depende de la teoría, entonces debemos reconocer que un hecho nunca contradice la teoría, sino que se explica su peculiaridad en ella. Dado que vemos teóricamente, lo menos que puede suscitarnos dicho hecho son dudas precisamente sobre aquello que nos posibilita comprender su peculiaridad.

 

4.7       La ciencia no funciona de esta manera. Aunque es verdad que cuando los enunciados observacionales nos presentan diversas y continuas contradicciones con una teoría en particular, inevitablemente se rechaza. Sin embargo, un hecho no es suficiente.

La historia de la ciencia nos demuestra que las teorías no se rechazan por un enunciado observacional contradictorio.

 

4.8       La empresa del falsacionismo presupone que se duda más de la teoría que ha posibilitado la duda que del enunciado observacional. ¿Pero porqué no decidir eliminar dicho enunciado en lugar de la teoría? Es probable que sea éste el erróneo (si es que tiene sentido decir esto, ya que dicha consideración tendría que basarse en una teoría).

 

4.9       Si reconocemos nuestra obra legislativa, y afirmamos que la norma “Todos los hombres son mortales” es universalmente verdadera, convalidaremos su eficacia aún cuando nos encontremos con un hombre que compruebe tener mil años de edad y que parezca tener muy pocas posibilidades de morir. Ante este hecho expresaríamos cosas como “Este es un hombre que ha vivido mucho” o “Este ser no es un hombre, porque todos los hombres son mortales”.

Nuestra norma seguiría intacta.

 

Continúa (5/12)

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".