La conmoción que ha creado el juego de intereses del PRI y el PAN a nivel nacional ha generado un proceso de degradación política de la derecha en México que amenaza lo que ella misma “persigue”: el imperio de los contrapesos de la democracia.
La radiografía del poder en PRI y PAN es contundente: la degradación de su liderazgo político deviene en extravío de partido.
Los pronunciamientos de Marco Mendoza, líder del tricolor en Hidalgo, en torno a la pulcritud de la asamblea del PRI, el sigilo de Claudia Luna sobre el cesarismo de Marko Cortés, y el arribo de los escaños plurinominales para los cuadros dirigentes del PRI y PAN en la entidad se erigen como el contraejemplo de la democratización de sus partidos, los cuales han tocado fondo sin que en ello medie un ápice de autocrítica y conciencia política. Por el contrario, prevalece el autoritarismo de cúpula, la complicidad de los mandos medios y el inmovilismo de la base militante.
El avasallamiento en el PRI y el PAN en Hidalgo de la base militante se explica por la carencia de una auténtica conciencia política. Más aún, el juego de intereses e instrumentación de privilegios creó, históricamente, un intrincado sistema y red de contubernios que se daban a través de prebendas políticas donde el control del caciquismo político se afianzaba por gratificaciones regionales en Hidalgo, creando enclaves con nombre y apellido y con el legado de una herencia maldita hasta nuestros días.
En este trazo analítico, el PRI y PAN en Hidalgo son las caras de una misma moneda: utilitarismo político y degradación democrática.
En la pasada asamblea nacional del PRI, donde se asestó un golpe de Estado a la vieja guardia que se encuentra en el exilio y los que aún subsisten, como Dulce María Sauri, están poco menos que excluidos por lepra política; la base militante con conciencia fue avasallada, mientras la que es controlada por el juego de prebendas e intereses sirvió como esquirol en un proceso que a la postre le ha permitido a la cúpula del partido extender su dominio en el reinado de la antidemocracia política.
En este escenario, el reparto del paraíso plurinominal para los líderes del PRI y el PAN en Hidalgo es la consecuencia lógica del sistema de prebendas y privilegios que se consigue a través de los usos de la verticalidad del poder de cúpula y del avasallamiento o vasallaje político, que, en todo momento, recuerda el primitivismo político que impera tanto en el PRI como en el PAN de Hidalgo.
¿Existe forma de rehacer el camino para la base militante del PRI y el PAN a nivel nacional y en Hidalgo?, no.
En un doble discurso y doble estándar, tanto Alejandro Moreno como Marko Cortés han hecho lo propio para crear un cesarismo político. Los mecanismos de este cesarismo político no son ni innovadores y, mucho menos, sorpresivos. Se trata de las prácticas de la vieja guardia que aprendió que ser juez y parte en la parodia del circo romano “al pueblo pan y circo”, que en el caso de sus bases militantes es “prebendas y privilegios”, que han maniatado a la conciencia política y degradado a la democracia de partido.
PRI y PAN en Hidalgo son el ejemplo del cesarismo romano. Por ende, sin confusión alguna, tanto Marco Mendoza como Claudia Luna se aprestan al paraíso plurinominal, que es el rostro de la involución del sistema político en México, porque niega el poder y voluntad del pueblo y, en este caso, de la voluntad de la base militante con conciencia del PRI y PAN en Hidalgo.
El liderazgo político de cúpula en el PRI y PAN en Hidalgo revela que cuando una base militante no tiene un papel deliberante en la democracia de su estructura de conducción política, el extravío del partido es el paso siguiente y lógico que explica el vasallaje y autoritarismo de cúpula.