La prospectiva futurista, ya fuera en ciencia ficción o desde los paradigmas científicos, siempre nos aleccionó que alcanzaríamos a disfrutar de una vida mejor.
La cruda y nauseabunda realidad es que ni en el siglo XX ni en el XXI la vida humana es mejor, al menos no para la inmensa mayoría en el planeta que vive en condiciones miserables y donde vivir implica sobrevivir.
La ciencia ha sido utilizada en contubernio con intereses mezquinos, al grado que se crean armas que son utilizadas para asesinar a pueblos enteros bajo el subterfugio de la democracia y la libertad; o bien, se le utiliza para crear armas biológicas o las consabidas pendejadas que le apetece a la economía de mercado como XBOX, celulares, automóviles, casas electrónicas, casa electrónicas para perros; en fin, un sarta de estupideces mientras millones de niños mueren de hambre ante la explotación de los grandes imperios y hombres y mujeres se convierten en vasallos del mercado.
Pero, ¿a quién le importa esto?, si los que nos beneficiamos del mercado dormimos, comemos y cagamos como bebés.
La verdad es que la conciencia social, con “C”, desapareció ante la erosión ideológica y se perdió definitivamente. La consciencia con “S” sólo se usa a nivel mundial la mayor parte de las veces para cagar, comer y dormir, por lo que lo social es residual a todo lo anterior.
A nadie parece desgarrarle la miseria y el hambre, a pocos les importa la corrupción y la violencia, y los más, viven para las parafernalias de una vida de comodidades centradas en la porquería mundana que llaman civilización.
¿Para qué escribir o leer si tengo la narrativa de la telenovela?; ¿para que pensar si es mejor cagar?; ¿de qué sirve estudiar si la vida nos la arrebatan en un semáforo?
¿Qué nos depara el siglo XXII?: la misma mierda.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
