En medio del vendaval que ha desatado el cambio de políticas en Estados Unidos con la llegada de Donald Trump al poder, del 21 al 26 de enero se efectuó en la República Dominicana la V Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), organización que nació en México en 2010 y agrupa a todos los países del continente, a excepción de Estados Unidos y Canadá.
Era el mejor momento para que México asumiera el protagonismo en el subcontinente y se pusiera a la vanguardia de todos los países latinoamericanos y caribeños frente a Trump; sin embargo, bajo el argumento “motivos de agenda interna”, el presidente Enrique Peña Nieto prefirió darle la espalda a los mandatarios, que lo esperaban para reiterarle su apoyo incondicional, y decidió quedarse en Los Pinos a preparar un encuentro frustrado con el mandatario estadounidense.
A la cancelación de la participación del presidente mexicano le siguieron las correspondientes de los mandatarios de Chile, Panamá, Colombia y Guatemala en la última hora, bajo el mismo argumento: problemas de agenda. De tal forma que sólo los mandatarios de Cuba, Raúl Castro; Ecuador, Rafael Correa; El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; Haití, Jocelerme Privert; Dominica, Charles A. Savarin; de Venezuela, Nicolás Maduro; de Guyana, David Granger, y el primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, acompañaron al presidente dominicano, Danilo Medina.
Los gobernantes participantes en la V Cumbre de la CELAC manifestaron su rechazo al proteccionismo y al cierre de fronteras, cuestionaron la criminalización de la inmigración ilegal a Estados Unidos, sobre la que señalaron: “Compartimos una visión integral de la migración internacional basada en un enfoque de derechos humanos que rechaza la criminalización de la migración irregular, así como todas las formas de racismo, xenofobia y discriminación contra los migrantes”.
El presidente de Cuba, Raúl Castro, manifestó su preocupación por las posturas de Donald Trump que amenazan los intereses de Latinoamérica y el Caribe en las áreas del comercio, el empleo, la migración y el medio ambiente; manifestó que “sería deseable que el nuevo gobierno de Estados Unidos opte por el respeto a la región”, pues como nunca antes es necesario “marchar por el camino de la unidad, reconociendo que tenemos numerosos intereses en común”.
El 26 de enero, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) había manifestado su rechazo a la decisión del presidente Donald Trump de concluir con la construcción del muro iniciada en 1996 en la frontera con México. El secretario general de la UNASUR, Ernesto Samper, precisó en un comunicado: “Expreso mi rechazo a la decisión desafiante adoptada por el nuevo presidente de EU, al imponer al pueblo mexicano la humillante obligación de pagar el aún más humillante muro que se pretende construir para separar físicamente ese país y Canadá de México y América Latina”; mientras que Brasil manifestaba su preocupación por la construcción del muro y el mandatario de Bolivia, Evo Morales, rechazaba su construcción y pedía a los mexicanos mirar más al sur para construir juntos la unidad latinoamericana y caribeña.
La esperanza de ablandar el corazón de Donald Trump y lograr mantener el estatus actual del comercio y las relaciones con Estados Unidos han empujado a México a asumir una tímida postura frente a la política del nuevo presidente, sin optar por formar un bloque del subcontinente.
Vale la pena preguntarnos: ¿Cuánto más esperarán por México los países de América Latina y el Caribe? ¿Estarán ahí para apoyar a México cuando el puño del desprecio de Trump por México y los mexicanos se haga realidad?
Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
