Emilio Lozoya y las acusaciones internacionales de ex directivos de Odebrecht que lo relacionan con sobornos triangulados desde las Islas Vírgenes Británicas, forman parte de un escándalo que denota que no sólo en México, sino en el mundo, la clase política está podrida.
Es más que evidente que la ciudadanía está harta de la corrupción de la clase política, aunado a que no ha encontrado una forma de ciudadanizar el poder público para controlar los abusos y atropellos de una elite y sus rémoras, que día con día engordan a costillas de sus representados.
El escándalo Odebrecht enuncia que el soborno y la complicidad pública es un buen negocio, porque sin que algo sea tuyo, puedes disponer de él o de alguna relación sobre él y por arte de magia fabricar un negocio.
Nada más carnicero.
Un bien público cuyo fin es crear oportunidades sociales y solucionar sus problemáticas, es el mejor de los botines para enriquecerse. No hay que ser muy inteligente, sólo estar en el puesto decisorio y los negocios fluyen en contubernio con otros agentes públicos o con agentes privados; la imaginación no cesa al respecto.
Ante la debilidad de las estructuras legales y de que existe una buena dosis en el planeta de que la clase política es juez y parte de sus acciones, poco o nada se puede hacer; en los hechos, cuando se llega a castigar a un funcionario corrupto, esto no suele provenir de las quejas de la ciudadanía, sino de grupos políticos opuestos a él que lo impugnan y, en ocasiones, lo llegan a meter a la cárcel.
La receta es clara: mientras no se ciudadanicen las estructuras institucionales en la toma de decisiones públicas y la ciudadanía no se politice, los casos como Odebrecht seguirán haciendo nata.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
