Políticos en serie

En política un principio básico es la diferenciación, qué distingue a un partido de otro, al candidato y a la plataforma. Sin embargo, ante el fin de las ideologías y el desdibujamiento del discurso, los políticos han optado por moverse a la causa, corriente y postura que les represente más rentabilidad por simple cachondeo, porque deben atender a las presiones de la imagen pública.

Difícilmente se asumen en algunos de los extremos de la geometría política. Los otrora ultraconservadores se transforman, en la coyuntura de las campañas, en una izquierda moderada o al menos en una opción de centro. Quienes provienen de la lucha histórica del comunismo han comprado el ropaje de neoliberalismo privatizador. Hoy la definición por una filosofía, un relato de la modernidad (comunismo, socialismo, socialdemocracia, cristianismo, anarquismo y cualquier ismo) parece provocar sarpullido a esa clase desfigurada que ha comprado la idea de que la definición, la identidad y la congruencia son etiquetas pasadas de moda.

Ante un panorama tan poco claro y de distinción, todos se confunden. Todos parecen bailarines del son que les pongan. Recuérdese a Vicente Fox: puritano, conservador, empresario que en la fanfarronería y la hipocresía utilitaria el periódico La Jornada le pregunta si es de izquierda y con exagerado cinismo contesta: “siempre lo he sido”.

La desesperación por buscar la simpatía de todos los sectores de la población ha llevado a los políticos a pisotear los orígenes y principios, maquillar los idearios originales y hasta crear la idea de que ser moderno es aceptar en las filas a cualquier representante de la corriente que sea, siempre y cuando sume votos. Hoy pueden caber en un partido de derecha los comunistas, evangélicos, los fascistas y hasta los guadalupanos. En todos los casos la mezcla y la apertura es permanente. Bajo un panorama en el que todas las ofertas políticas presumen de plurales, incluyentes y tolerantes, ¿cómo diferenciar a uno de otro?, es como comprar agua en botella de plástico: los mercadólogos insisten en que cambia el sabor, la presentación, el sodio y hasta la consistencia, pero en realidad cualquiera sabe que se trata de agua simple con envoltura comercial y que nada pasaría si tomas un día agua de la llave o te llevas a la boca un buche de la glamurosa agua francesa Evián.

Escucho por doquier el enfado por tanto candidato creado al vapor, muchos ni siquiera entienden qué colores de estandarte defienden; se han montado en un juego de ambición y de intercambios en el que ocupar un cargo público representa una buena inversión. Si los geniales estrategas de campaña no son capaces de enviar el mensaje de la diferenciación en la causa de los contendientes, seguramente seremos testigos de una competencia donde TODOS promoverán la misma agenda. La sociedad de la información, para muchos de la ignorancia, ha construido la tesis de que los mejor informados toman las mejores decisiones; sin embargo, no hay que estar muy enterado de plataformas, currículums y trayectorias de la clase política para saber que en realidad han sido los estudios de opinión los que terminaron por configurar la “propuesta” que defenderán en debates, publicidad y mítines, aunque en realidad en mayor o menor medida se han preparado para evitar el cuestionamiento sobre la definición de un tema en particular. Por eso no es extraño que algunos se desdigan de su homofobia, de posturas misóginas, de perdón al crimen organizado y hasta de apoyar a la selección mexicana de futbol. Esclava de los sondeos, la clase política se mueve sin pudor, aunque muy en sus adentros quisiera regresar al pasado, cuando la valentía de una ideología representaba honor y no pudor. ¿Así qué nos espera en los momentos de la campaña?: un proceso con mucha forma y producción, pero carente de signos de diferenciación que nos den claridad de quién es quién realmente. Lo cierto es que, aunque se arañen esos políticos sin pensamiento propio, todos terminarán cayéndose en el abismo de la política homogénea.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.






EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.