Amenazas van y vienen y Trump no se cansa de esta estrategia de amedrentamiento político para lograr que México, al menos sus autoridades, se arrodillen ante la renegociación del TLCAN.
Los vaivenes de las declaraciones de Trump asemejan a un gañán de barrio, que molesta a todo el que pasa, cuestión que no parece tener fin porque México no ha encontrado un plan “b”, pese a que los personeros del Estado señalan lo contrario.
Si admitimos que el TLCAN es una oportunidad inmejorable a nivel económico, dejamos de lado el horizonte del espíritu del mercado, la expansión económica, cuestión lógica y que el país, a nivel tanto de sus fuerzas públicas como privadas, no advierte.
Ya me tiene hasta la madre Trump, pero mucho más los personeros de la palestra política, que ante su tibieza asemejan el nerviosismo de una quinceañera, cuestión que no puede estar dada en la racionalidad de los que conducen al Estado, y que tampoco evidencia la prospectiva de negocios que demandan las relaciones comerciales de México en el mundo.
El componente político del TLCAN ha sido superpuesto por Trump y su equipo de trabajo en la renegociación, donde la potencia de la potencia política de la potencia norteamericana avasalla en estos momentos la lógica mercantil del tratado, que es el argumento donde deben iniciar las potencialidades de México en la renegociación.
Los números deben avalar el empoderamiento del tratado para México, evidenciar lo fructífero de las ganancias de un mercado común, pero ese no es el argumento de peso para Estados Unidos, sino el sentido incondicional de la asimetría que guarda la economía mexicana con respecto a la norteamericana y, lo que es peor, de Estado a Estado.
Los gringos nos acuchillan sin que podamos entender que existen otras latitudes, sin que haya la firmeza necesaria para enfrentar a un rival que lo único que requiere para ser vencido es la migración del capital mexicano hacia otros lares.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
