Ser y Devenir 118

En el mundo presocrático había una armonía entre el modo de ser apolíneo y el modo de ser dionisíaco. No existía esta dicotomía occidental que hoy tenemos integrada hasta los huesos del lenguaje, e.g., desde niños nos enseñan que alma y cuerpo son antagónicos. El diablo sólo tienta el cuerpo porque lo puro es el espíritu. No obstante, los dos mundos habitan en nosotros, aunque no siempre en conflicto.

—¿Recuerdan quién llegó a romper esta armonía?

—¡Sócrates! —grita toda la banda.

—¿Sí me entienden dónde está la trampa?

Conocí a Marion en una obra en el Foro Shakespeare, luego la ví en La Capilla y, la última vez, en un teatro que por cierto ya no recuerdo. Más que su actuación, excelente en los tres montajes, lo que más me gustó fue su personalidad cotidiana. Más allá de su físico, me encanta su ser. Es mágica.

—¿Verdad o reto? —me pregunta.

—Tienes que tomarte primero el mezcal que debes.

—¿Verdad o reto? —insiste luego de beberlo.

—Verdad.

—A ver… ¿Por qué te divorciaste?

—Eso es muy difícil de explicar. Más orita que ando pedo.

—¿Ya andas pedo?

—Pues más o menos. ¿Tú no?

—¡Apenas llevamos media botella!

—Bueno, entonces castigo.

—Otro mezcal.

—¿Otro?

—O explícame lo de tu divorcio.

—Mejor me echo otro —y me lo echo, ella ríe y llena nuevamente las copas—¿No que ibas a tomarte sólo una?

—¡Salud!

Luces muy brillantes, radiantes y de cambiantes colores tintinean sobre el oscuro espacio de un gran bodegón que funge como antro de mil sinónimos. El estruendo de la música palpita muy fuerte en mi pecho, costillas y corazón; mi cabeza gira haciendo de los puntos líneas espaciales, mi visión se nubla por momentos y mi cuerpo no deja de moverse rítmicamente. Estamos bailando, Marion lo hace muy bien y yo me veo fatal.

¿Cómo llegamos aquí? Creo que tomamos un taxi. ¿Y el coche? Comienzo a marearme. ¿Quién pagó en el restorán? Las luces se ponen borrosas. ¿Y el taxi? La cabeza me da vueltas, siento un hormigueo general y, como cuando cumplí quince años, vuelvo a perder el conocimiento bailando.

¡Blackout!

—¡Hola, filósofo!—su voz es suave, dulcemente rasposa y risueña al final.

—¿Eh? —respondo sin abrir los ojos, quiero seguir durmiendo pero el suelo se mueve, las náuseas comienzan y la ansiedad inicia su asenso.

—¿Estás bien?

Abro los ojos, distingo unos enormes ojos color miel y, de pronto, mi despertar se aclara cuando un perro labrador me da un lengüetazo en la cara.

—Es Bruno, el perro de mi amiga —me explica mientras, poco a poco, voy reconociendo visualmente el lugar—. Estamos en el Ajusco.

Levanto mi espalda del sillón y veo, a través de un gran ventanal, las innumerables luces de la ciudad. Bruno me ladra.

—¿Qué le pasa?

—Es que estás en su cama.

Lo miro, quiero acariciarlo y vuelve a ladrarme, me tallo los ojos y, apenas me levanto, el perro se acurruca en el sillón.

—¿Estás bien? —ella vuelve a preguntarme.

—¿Cómo llegamos aquí?

Me puse a bailar sobre la barra de lo que, ahora sé, era una galería de arte convertida en sede de fiestas de música rave, me invitaron a seguir la peda y, luego de fumar marihuana, me quedé dormido en el auto de su amiga.

—¿Y mi coche? —pregunto.

—¿Traías coche?

—Pues ya no me acuerdo.

—¿Tampoco te acuerdas de lo que hiciste?

—¿Qué hice?

—Te pasaste —responde echándose a reír.

—Pues qué pasó.

—¿En serio no te acuerdas?

Ella y sus amigas, a quienes encontramos en la fiesta, estaban siendo acosadas por un trío de patanes cuando yo batallaba para comprar una jarra de cerveza. Mi tarjeta no pasaba y, mientras buscaba infructuosamente una identificación oficial, fatídicamente me tambaleaba. Finalmente la tarjeta es validada, me entregan el chupe y, al voltear para buscarlas, descubro el asedio.

—¿Me peleé?

—¡No!

Ellas se defendieron solas, enfrentaron a los patanes y los ahuyentaron con facilidad.

—¿Entonces qué fue lo que hice?

—Te subiste al escenario, brindaste con el DJ y, luego de convencerlo que te diera el micrófono, te pusiste a hablar de filosofía al ritmo de la música.

—No mames… —expreso apenado, inútilmente arrepentido y, brevemente, comienzo recordarme hablándole a un público eufórico sobre el punto de quiebre en el mundo presocrático:

—¿Recuerdan quién llegó a romper esta armonía?

—¡Sócrates! —repite una parte de la banda.

—¿Quién? —insisto triunfante.

—¡Sócrates! —grita más banda.

—¡No se oye!

—¡Sócrates! —grita toda la banda.

—¡Sócrates y su trampa! Mediante peguntas y contraejemplos demuestra que el sofista no puede fundamentar sus conceptos de manera universal. ¡Y qué hay de malo en eso! Cada quien estaba en su mundo, en su cosmos y comunidad dogmática que culturalmente lo identificaba, satisfacía y legitimaba. ¡Nietzsche apostaba por las diferencias y eso estaba chido! Cada pueblo tiene sus necesidades, aspiraciones y un universo que configura, íntegramente, su sentido lógico y criterio ético-estético. ¡Pero entonces llega Sócrates a cuestionarlos todo! Para Hegel es un paso importante pues el Geist desarrolla su conciencia de individualidad y, como ya sabemos, que cada agente del lenguaje puede pensar por sí mismo, i.e., la conciencia de que el pensamiento propio es un recurso legítimo de los argumentos. Sin embargo, hay una trampa detrás de todo esto. Sócrates demuestra que nadie puede pasar la prueba de generalidad de los conceptos. ¿Sí me entienden dónde está la trampa?

 

Continúa 119

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".