Ser y Devenir 8

Me separaron de mi hermano y me llevaron a vivir a un rancho clínico en Coatepec, Veracruz, una granja de recuperación mental. No recuerdo cómo llegué, sólo de cuando ya me encontraba allí. Verde por todas partes, neblina bajo nuestros pies e innumerables olores de su flora. Enormes paredes de adobe, vigas de madera atravesándolo y las tejas musicalizando la escena con las gotas de los árboles arrepintiendo su destino. La mesa es alargada, irregular en superficie y las sillas están clavadas al suelo. Un tortillero de palma, una salsa que no pica y la sal en platitos para tomarla con los dedos. En el techo hay un foco fundido y la luz proviene de la ventana arriba del brasero. Líneas de vapor, calor y humo comparten la proyección de la mañana.

—¿No tienes hambre?

—No me gustan los frijoles.

—Pues come porque es lo único que hay.

—Vi que están haciendo huevos revueltos.

—Eso es para los tutores, nosotros sólo comemos frijoles.

Hundo la cuchara en el plato, la pruebo cerrando los ojos y el caldo está frío. Es asqueroso, desplazo levemente el plato de mi vista y mejor me espero a la comida.

—No hay comida, el desayuno es lo único que hay.

—¿Y la cena?

—Nuevamente frijoles.

Nos dan la medicina, nos ponen a correr y luego a cargar costales de maíz molido a tres camiones. Tenemos que llevarlos de dos en dos, somos muy pequeños para tanto peso. Los restos se te quedan pegados en los brazos, hombros y cuello y la comezón es terrible. Las manchas rojas por la uñas ansiosa, la irritación por la continuación del trabajo y ceguedad temporal. Un descanso de media hora y luego a desgranar mazorcas. Las manos secas, el polvo invisible tosiendo y los ojos irritados. El siguiente descanso es la cena, otra vez la medicina y a dormir.

Una gran barraca y una larga hilera de literas. Miro el techo y pienso en mi hermano. ¿Dónde estará? ¿Qué estará haciendo en estos momentos?

—Esa es mi almohada —me reclama una niña, miro mi almohada y tiene un pequeño bordado—. Es una abeja —aclara.

Me quita la almohada y me pego con la cabecera de la cama. Se acerca hacia mí y la luz de la luna alumbra su rostro.

—¡No vuelvas a tomarla! —me dice por último y se va. Pasos adelante se da la media vuelta y me pone pito con el dedo. Está furiosa. ¿Y mi almohada?

Al día siguiente me recuerdo desgranando mazorcas. El hambre, el cansancio y la medicina terminan por aplastar mis fuerzas. Me desmayo y me reencuentro en sueños con mi hermano. ¿Cómo estás? Triste. ¿Por qué? Porque no estás. Aquí estamos. Sólo en sueños, te necesito en el día a día. Necesitas estar solo. No quiero estar solo. Necesitas arreglar las cosas tú solo. No quiero. Sólo así podrás encontrarte, el paso fundamental del arte. No quiero.

Me despierta una cachetada. Abro los ojos aún fundido en el sueño cuando miro sus ojos, su rostro, su boca.

—¡Volviste a tomar mi almohada! —me reclama y se va. Pasos adelante se da la media vuelta, me cierra el ojo y sonríe. Desaparece en la oscuridad.

¿Quién eres?

 

Continúa 9

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".