Enfurecido y fuera de sí, y después de haber clausurado el programa de los soñadores inmigrantes, Donald Trump les asestará otro golpe bajo con una campaña de persecución igual que la iniciada con las deportaciones al inicio de su mandato.
La persecución a los migrantes, y en concreto a los dreamers, tiene que ver con el ascenso de una actitud racista y xenofóbica que se ha perfilado con fuerza inusitada desde que la campaña presidencial de Trump se hizo viable y terminó con el ascenso del neoyorkino al poder.
En este trazo, los grupos conservadores blancos, que no son pocos, han visto que la complacencia e inacción hacia los brotes racistas de Trump les da manga ancha para hacer y actuar en contra de las minorías, cuestión que ya apreciamos en Virginia, lo que vaticina una catástrofe racial en cualquier momento.
Como el hilo se rompe por su parte más débil, a Trump le resulta fácil perseguir a los inmigrantes, legales o no, porque muchos de los que han legalizado su estancia y lo han demostrado, han llegado a ser molestados por las autoridades norteamericanas, simplemente porque no pueden esconder su tono de piel o acento, cosa que no debería suceder.
El sueño americano parece convertirse en pesadilla para los dreamers, y todo apunta a que serán expulsados a sus países de origen, de los cuales el 80% son mexicanos, cuestión que pone las cosas negras, porque ni los dreamers quieren regresar a México, ni el gobierno de México se encuentra en condiciones de abrir espacios, no al menos con las oportunidades que los dreamers esperan en sus vidas.
Ante esta desolación, cabe pensar que la política antiinmigrante de Trump no cesará aquí, es evidente que encontrará a múltiples grupos minoritarios para agredir y restringir derechos y apoyos del Estado norteamericano, hasta que provoque un enfrentamiento social, porque esto es lo que se perfila ante la intolerancia que hoy viven las minorías en Estados Unidos.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
