Estoy llorando y no sé por qué. Mientras pienso qué responder como si alguien me hubiese preguntado, le echo la culpa a la canción de fondo que suena en el celular, alguna de Radiohead (al que no soporto) que en dos notas me regresa a cuando la vida, mi vida, de verdad estaba de cabeza: a los veintidós, a los veinticinco, a los veintiocho, a los treinta, a los treinta y tres…
En cuanto asomo la cabeza afuera de esa espiral -pero las lágrimas no se deciden a parar-, me digo que está todo bien, porque se mira mejor que en otros tiempos… pero sigo sintiendo que hay algo perdido en algún sitio. Y así vuelve a retumbar en mi pecho la familiar sensación de que algo falta, como si algo se me hubiera ido de las manos y por eso ahora se sienten vacías. Pero no encuentro palabras para describirlo, sólo se siente como “algo”.
Yo quisiera tener la certeza de que ese algo es el amor, como era antes, pero con los años se fueron decolorando las vendas rosas que mantenía sobre mis ojos cerrados y ahora ya son casi transparentes y empiezan a caerse y mis ojos a abrirse. Y ven la luz, pero es una luz que lastima, porque nadie me advirtió “ahí va la luz” para que yo, poco a poco, despegara los párpados sabiendo que iba a doler al inicio pero que, pronto, todo estaría bien. Un flashazo tras otro.
Hoy no sé cómo llamarle a esta compresión en el centro de mi cuerpo, me desconcierta que no tenga nombre y apellidos, como hace años, y por más que busco, no se le ve por ningún lado la fecha de inicio. ¿Acaso así se siente la calma de no caminar en círculos y alimentar conmigo misma un pozo sin fondo disfrazado de amor y de ilusión de un futuro acompañada?
¿En dónde termina el caos y comienza la apatía? ¿Dónde está el punto medio y quién me dice cómo sortear lo tentador de vivir en el pasado, por más infierno que haya significado?
Y aunque se me acaban las lágrimas, sigo sintiendo este vacío que apachurra y quisiera seguir llorando porque me aterra que ese algo se quede atrapado y teja en mi garganta un nudo invencible y me deje sin voz.
Nunca había sido tan libre, tan entera y tan yo misma como soy ahora, y aun así hay días en que lloro sin saber por qué.
Por: Alma Santillán
Mujer, escritora, pachuqueña. A veces buena, a veces mala. Tiene dos mascotas que no se toleran entre sí, y dos corazones, porque uno no le alcanza para todo lo que siente.