El conflicto entre Israel y Hamas es meramente político, aunque se le haya querido hacer pasar como religioso para aquietar las aguas internacionales y evitar que los países agremiados a la ONU focalicen sus discusiones sobre las sanciones que hasta ahora no han sido anunciadas porque Estados Unidos trabaja a favor del gobierno israelí.
La postura del gobierno de Joe Biden presenta un esquema de contención al interior de la ONU y sus aliados a favor de Israel, tratando de que el empoderamiento del máximo aliado que tiene en oriente próximo controle a los estados musulmanes proclives a Hamas y la Palestina libre.
El saldo del genocidio del gobierno de Israel contra el pueblo palestino no puede ser medido exclusivamente con el número de muertos, que ya son miles en Palestina, sino por los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado de Israel, que ha recurrido a la tortura y al asesinato no sólo de prisioneros de guerra, sino también de población civil para proceder al despojo y control de sus tierras.
Los excesos cometidos en este conflicto por Israel sólo son comparables con el genocidio que Estados Unidos perpetró en Vietnam; ninguna prescripción humanitaria de trato a civiles ni los consabidos acuerdos de la Convención de Ginebra se alimentan de los pronunciamientos internacionales en contra del genocidio, que no tendrá un alto hasta que el control israelí sobre territorio palestino haya modificado el mapa geopolítico de dominio del Estado de Israel.
En la lejanía unidimensional de nuestra realidad no somos capaces, en ocasiones, de advertir el sufrimiento del pueblo palestino, pero esta realidad nos debe aleccionar sobre el dominio bélico de Estados que quebrantan día con día la soberanía de los pueblos no más débiles, sino menos preparados.
Biden tiene las manos ensangrentadas y, paradójicamente, aspira a la reelección en Estados Unidos, cuestión que debería aterrorizar al mundo libre, aquel que cacarea que la democracia y la libertad son prácticamente sinónimos, pero que para Palestina hoy es letra muerta.
Pocas voces se levantan contra el genocidio del pueblo palestino, y lo que es peor: los gobiernos se mantienen callados y a la espera del avasallamiento y genocidio del Estado de Israel.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
