Dragón rojo

Años de opresión y tiranía llevaron a China a convertirse en la bestia que ahora nadie sabe cómo domar

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

El despertar de una bestia es siempre infausto, es mejor dejarla dormida para no experimentar su furia.

Cuando triunfó la revolución de octubre 1917 en Rusia, que se convertiría a la postre en la Unión Soviética, aunado al vuelco de países de Europa del Este que se adhirieron al modelo socialista o fueron copados por él, poco o nada se sabía de la sociología política que desplegarían los estados y mucho menos hacia dónde iba la humanidad.

Los reacomodos de las dos grandes guerras dejaron claro que el control de los mercados frente a la expansión monopolista requería de la fuerza bélica para garantizar su dominio; las bombas que liberó Estados Unidos el 6 y 9 de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki no buscaban terminar la Segunda Guerra Mundial y aplastar a las potencias del eje, como se dijo, sino cobrar la deuda de Pearl Harbor y de paso dar un golpe en la mesa para decirle al poder soviético: “esto es mío”.

Así inició la Guerra Fría con la advertencia del poder bélico atómico. El entretelón lo hicieron los países socialistas que formaron un bloque que no era competidor de la economía de mercado, lo cual mantenía la disputa de estos sólo para países capitalistas y sus potencias, que crearon guerras para echar a andar la lucrativa industria bélica lo mismo en Vietnam, Corea, como el aliento de las guerras independentistas en África y el convulsionado Medio Oriente; todo ello con la finalidad de vender armas y entrar en el juego geoeconómico de control de mercados y zonas de influencia.

La propaganda ideológica del capitalismo norteamericano y de los países de vanguardia del capital aseguraba que mientras en ellos había libertad y democracia, en los de la órbita socialista había opresión y tiranía, cuestión que se sigue enarbolando en nuestros días en los aparentes arquetipos como Cuba y Corea del Norte, pero ya no en Rusia ni China.

China, la bestia roja, es hoy -gracias a la insistencia del capitalismo norteamericano y las potencias de occidente- un competidor en el capitalismo que fue despertado, se le hizo luchar y ha tenido un ascenso económico, registrando a nivel mundial el primer lugar en exportaciones y flujo de capital, al grado que el 30% del valor de la reserva norteamericana es chino.

Estados Unidos se queja del poderío chino, pero fue quien despertó a la bestia y ahora no sabe cómo dormirla.

 

Consultoría política y conferencias: [email protected]

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