El futuro de la política en Hidalgo

“Julio Menchaca tiene la virtud del político con conciencia social, pero recordemos que el gobierno no se construye con la actuación de una sola persona”.

La grandeza de la democracia como régimen político se encuentra en la horizontalidad de la toma de decisiones, donde la participación ciudadana tiene rango de palabra de gobierno y presencia de Estado.

La virtud y el riesgo de la política proviene de la transgresión de la conciencia del servidor público, quien al menos en la búsqueda del “bien común” debe responderle al pueblo, servirlo y no servirse de él.

La atmósfera de desolación y amargura de sociedades asimétricas en justicia y distribución de la riqueza ha sido la constante en el ejercicio de gobierno en México, donde corrupción e impunidad son instrumentos de control social y reproducción hegemónica de los sátrapas del poder.

En este escenario nació “El Hidalgo que queremos”, lema en el que se han encumbrado grandes anhelos de justicia que se adhieren a la esperanza de transformación política de la nación que, con rostro de pueblo, de los desposeídos, de aquellos a los que históricamente se les ha negado el derecho humano a una vida digna, piden que no haya mexicanos de primera y de segunda, sino seres humanos que tienen derecho a vivir en paz y concordia social.  

La virtud de la clase política parte de la reflexión sincera al comprender que el ser humano menos favorecido económicamente no debe ni puede ser vulnerado por la violencia del poder público y que no debe traicionar la confianza que el pueblo le depositó.

Hidalgo parece mirar un horizonte de certidumbre política, pero en el gabinete de gobierno aún se perciben las prácticas del antiguo régimen que lo alejan de la virtud política, aunque también lo retan a ejercer mano firme, no mano dura, en el ejercicio de gobierno.

La virtud y el riesgo de ser político atraviesa por el valor de enfrentar la corrupción e impunidad para crear justicia social. Julio Menchaca Salazar tiene la virtud del político con conciencia social, pero recordemos que el gobierno no se construye con la actuación de una sola persona, sino con la instauración de protocolos de control del ejercicio público horizontal, que no maquilla el diálogo claro y profundo y está comprometido con el pueblo, aspectos que deben profundizarse en la actual administración.

El hastío de la ciudadanía contra los políticos de la vieja guardia que la gobernaron no es una condena; puede y debe cambiar, en ello se fincó la esperanza del Hidalgo que queremos tras rechazar la continuidad del antiguo régimen, que era una  caricatura absurda de la opresión política y la miseria social.

El político que tiene virtud pública corre el riesgo de enfrentarse a las sombras de rémoras, buitres del escaño y de los negocios personales que, al amparo de corrupción e impunidad, violentan la dignidad y el derecho del pueblo. 

Pero como bien advirtió Maquiavelo, Menchaca no debe creer en los aduladores, en los arribistas que confunden la actuación y la voluntad de conciencia  del político virtuoso, aquel que en su honradez debe hacer del pueblo la Nación y el Hidalgo que queremos.


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