Elecciones 2018: todos contra AMLO

A días de definirse los precandidatos presidenciales del país -cabe señalar: sin competencia al interior de cada coalición política-, comienza el juego de declaraciones y la búsqueda de posicionar un discurso con los temas de interés para la ciudadanía.

Ricardo Anaya encabeza a “De Frente por México”, con una estrategia mediática abanderada por los valores tradicionales –en izquierda y derecha- de los mexicanos, tales como familia y la unión entre grupos plurales.

El exdirigente panista aparece en un comercial con Juan Zepeda, exaspirante a gobernador en el Estado de México por el PRD, aventándose un palomazo para después mostrarse con gente diversa que, es seguro, no tiene imagen de priista con gorra y chaleco rojo.

En otros spots, Ricardo Anaya habla igualmente de la familia como estructura social base y de una posición fuerte en política exterior en tres idiomas, con lo cual envía el mensaje de ser una propuesta que engloba la capacidad y formación del candidato priista pero también la apertura del candidato morenista.

En contra del precandidato de la coalición “De Frente por México” aparecen sus propios compañeros del albiazul, que intentan fracturar su imagen en pos del candidato priista y de la candidata independiente.

También es importante señalar que el discurso de Anaya ha resultado suficientemente competitivo para subirse al ring con el candidato de MORENA y ofrecer una buena pelea mediática que, de antemano, los coloca como las dos figuras más sobresalientes en el escenario nacional.

Por su parte, el candidato priista, José Antonio Meade, busca spots que generen la imagen de empatía con la ciudadanía, haciendo una remembranza de su árbol genealógico. Sin embargo,  su publicidad resulta una de las más endebles y parecidas a slogans priistas de hace ya varias décadas.

Es importante señalar que la coalición PANAL, PVEM y PRI ofrece una opción que genera más dudas que seguridades, pues las militancias respectivas comienzan a preguntarse por quién votar, pues el triunfo cada día se observa más lejano.

Pero a la buena imagen de Meade se anclan personajes vinculados con la corrupción priista reciente, como los exgobernadores Francisco Olvera y Rubén Moreira, que prometen convertirse en los operadores políticos estrellas del momento pero que nunca han destacado en tal rubro, además de poseer un marcado rechazo en los estados que gobernaron.

Figuras como Olvera y Moreira balconean la desesperada necesidad de algunos personajes de cubrirse del fuero o protección política para no responder ante la ley por las acusaciones que se han hecho sobre su mandato.

Es así como el candidato priista va sumando el voto de castigo y el rechazo al PRI, mientras sus aliados apenas sirven para concertar apoyos políticos que tampoco tiene totalmente asegurados, tal es el caso de “La Maestra” Elba Esther Gordillo.

Todos los esfuerzos de los precandidatos antes mencionados se centran en lograr arrebatar votos a Andrés Manuel López Obrador, que con más de una década en campaña posee la mayor intención de votos, a lo que se suma la leyenda de haber sido víctima de fraude electoral –que, si bien es un tema bastante sonado en la historia mexicana, es en esta ocasión un elemento favorable al tabasqueño-.

A pesar de los intentos durante 12 años de desprestigiar a AMLO comparando su propuesta con la de cualquier dictador latinoamericano, continúa siendo el favorito con más de 14 puntos porcentuales sobre sus rivales y, en esta ocasión, logrando acaparar apoyos provenientes de sectores como empresarios, religiosos, políticos y gremiales.

Cada vez se escucha y se hace más latente que “esta vez” sí podría ganar Andrés Manuel López Obrador la Presidencia de la República, las políticas públicas que podría llegar a implementar serían similares a las instituidas en la Ciudad de México, como apoyos a granel a los grupos más vulnerables, infraestructura, preferencia a empresarios mexicanos y discursos que ganen primeras planas cotidianamente.

Lógicamente, de arribar a la Silla Grande, sería ferozmente criticado por la cargada mediática que finalmente tendría que aceptar –como lo ha hecho antes- que las preferencias de la población mexicana llegan casi a endiosar al tabasqueño.

Con la empatía de grupos juveniles y vulnerables está a un paso de hacer historia como el primer presidente mexicano de izquierda; si bien las críticas señalan la convergencia abismal de posturas en la coalición que representa, también es cierto que podrían entenderse como la dualidad mexicana que ha sido exaltada en discursos como el de Octavio Paz.

Para el estado de Hidalgo, la llegada de un presidente que se lance contra la corrupción dando preferencia a los sectores vulnerables no sería nada nuevo, pues actualmente gobierna un mandatario que ha seguido exactamente esos pasos y a tan sólo un año ha logrado generar un trabajo titánico en la entidad.

Parece que los personajes más preocupados por la llegada de López Obrador o Anaya Cortés a Los Pinos son aquellos con mucho que esconder, hecho que no pasa desapercibido para la población y podría causar graves estragos al tricolor.

Pasarán los meses como han pasado los años, pero las preferencias seguirán fijas con una influencia agobiante de las redes sociales y el hartazgo de la gente, que ya se vio reflejado en el sismo de septiembre. Parece que en esta ocasión los mexicanos y mexicanas no estarán dispuestos a regresar a casa con otro “fraude”.


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