Un diminuto grillo quiere unirse a la orquesta de sus hermanos, tiene una pata rota y voltea de un lado a otro buscando algo, detecta un pasto quebrado y, dando varios brincos de lado, llega hasta éste utilizándolo como sustituto de su arco y, esperando su tiempo de entrada en el metrónomo, se une al concierto de medianoche.
El cielo brilla más que nunca.
Un tecolote que se guarece en la copa de una palmera, abre levemente los ojos girando su cabeza de un lado a otro y, luego de observar fijamente los pequeños huecos en el suelo, se pone a ulular abriendo sus fanales por completo.
El cielo azul iluminándonos.
Una pequeña serpiente pasa cerca de las luces blancas en la alberca, se integra al arbusto de flores varias y desaparece al pie de un naranjo en el lindero del terreno.
Dalia y yo platicando:
¿Hay un conocimiento metafísico?, le pregunto. El conocimiento de la esencia ¿no? Asumiendo que es el caso su existencia. ¿Cómo puede haber conocimiento de algo que no existe? Partiendo del propio concepto de conocimiento en cuestión. ¿Qué significa conocer? Conocer qué. ¿El significado depende del objeto de conocimiento? Saber bailar, saber jugar ajedrez y saber consolar, por ejemplo, son tres tipos de conocimiento y cada uno de éstos caracteriza su significado a partir de los criterios que tenemos para, valga la redundancia, saber si alguien sabe bailar, jugar ajedrez o consolar. Los criterios del primero serán irrelevantes para el segundo y, así también, para el tercero. ¿Hay un conocimiento espiritual? ¿En qué estás pensando cuando hablas de conocimiento espiritual? En un saber sobre el alma ¿no? Un conocimiento sobre nuestro espíritu. Sobre nuestra alma. ¿Por ejemplo? No tengo ejemplos. Porque no los hay. ¡Sí los hay pero no se pueden expresar! ¿Existen aún sin poder ser expresados? ¡Sí! ¿Una existencia no-lingüística? En términos estrictos sí, no obstante, existe en el lenguaje, sólo que no-formalizable como tú dices. Entonces sí se pueden expresar. Sí, pero no representar. Tenemos un primer ejemplo de conocimiento metafísico. Esto mismo. El saber que acaba de florecer.
Sin embargo, no se puede contrastar con el mundo. Y tampoco tiene sentido. Una afirmación sobre el mundo se contrasta con el mundo, así se comprueba si dicha afirmación corresponde con éste y, de ser así, ser verdadera. Es verdad porque dicha representación es efectiva. ¿Con qué contrastamos una afirmación metafísica? El mundo metafísico es inaccesible y, por tanto, incognoscible, por lo que no tiene sentido responder con dicho mundo ultra-sensible. ¿Y no puede contrastarse con otras proposiciones?, me pregunta sorprendiéndome. ¿Qué sentido tendría eso? Tú mismo has dicho que el significado de una oración reside en parte por la relación que tiene con otras oraciones. Pero no sería propiamente contrastación sino comparación y, en todo caso, contextualización. ¿Y si se contrasta consigo misma? ¿Cómo? No se puede comprobar ¿verdad? Asiento. Pero sí podría comprobarse con respecto a sí misma. ¿Un análisis? Un análisis metafísico.
¿Cuál es el objetivo de la metafísica? Encontrar la esencia. ¿Y qué es la esencia? Lo absoluto y universal del ente. La esencia del bien y el mal, la esencia de lo bello y lo feo, la esencia de la verdad y falsedad. ¿Cómo se busca dicha esencia? Trascendiendo el mundo físico. ¿Y cómo se trasciende el mundo físico? Cada filósofo tiene su propio concepto de metafísica, así que depende del sistema concreto desde el que pretendamos explicarlo. Platón: él postula el mundo metafísico para explicar este mundo físico. ¿Por qué podemos llamar de una misma manera a objetos diferentes? Porque tienen características semejantes ¿no? ¿Cuántas habría que enumerar para poder decir con certeza que ambas son iguales? Depende de cada caso. Para Platón la respuesta es sencilla: hay un elemento común, la esencia, que comparten los entes para que podamos nombrarlos de la misma manera, e.g., la blancura: la esencia de todas las cosas blancas. El carácter metafísico de dichas entidades. Otro conocimiento metafísico.
—Despierta…
Continúa 39
Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".
