La comprensión ontológica 43

Hasta que regresó Wittgenstein con sus «semejanzas de familia».

Todos se parecen en algo pero no todos se parecen en lo mismo.

Las dos instancias, sin embargo, no desaparecen sino que se re-configuran lingüísticamente. Lo sensible y lo inteligible tienen sus propios juegos en que cada uno se caracteriza aunque entre éstos no hay una línea de demarcación esencial, absoluta y, mucho menos, definitiva.

 

43.1     Un sintetizador con tonos agudos seguido de percusiones electrónicas en exceso graves, luces de todo tipo y colores arrasando el espacio como astros, rayos espaciales y centellas estelares. El espacio cósmico de Dionisio. Nunca bailaba y bailé como loco, nunca reía y reía como niño. ¡Aún no eres mayor de edad!, me dice Dalia riendo. ¡Por mí nunca sería adulto!, aclaro eufórico. Nunca disfrutaba la vida y ahora la vivía en la máxima acepción de la palabra ‘vida’. ¡Baila! Mis brazos abiertos como pulpo, águila y mono según el tipo de ritmo, intensidad y tiempo de la música en una fiesta únicamente de nosotros dos. Brincos, risas y gritos de una alegría total, romántica y, aunque parezca imposible, liberadora en nuestra conciencia de una libertad individual que ambos conocemos, ejercemos y, dialécticamente, no dejamos de reconocernos jamás.

—Nos sentamos para pedir otra jarra de cerveza.

—A ver —me dice—, dime: ¿qué onda con tu hermano?

—Qué onda con qué.

Pensé que iba a preguntarme sobre la muerte de mi padre, ya le conté que mi hermano lo mató para salvarme la vida y, dolorosamente, no quería volver hablar de ello nunca más. Pero, aliviadamente para mí, no lo hizo.

—¿Cómo se llama?

—Sergio.

—¿Cuántos años tiene?

—Somos gemelos.

—Entonces diecisiete. ¿Dónde está?

—No lo sé exactamente, sólo que en algún lugar de la selva en el sureste mexicano. Eso es lo que me ha dicho en sus cartas.

—¿Qué hace allá?

—No lo sé exactamente, sólo que pertenece a un grupo guerrillero que quiere hacer una revolución comunista en México.

—¿Y a ti no te interesa eso?

La miro, bajo la mirada y, tras suspirar brevemente, la miro diciéndole:

—Sería como pretender la verdad a través del marxismo y, a pesar de sus virtudes, no puedo pertenecer ontológicamente a ninguna doctrina filosófica.

—¿Por qué?

—Yo soy mi propia doctrina filosófica.

Me observa en silencio, desvío mi mirada inseguro y, tras volver a suspirar brevemente, mirándola le digo:

—Por eso siempre he estado solo.

Ella junta mis manos con sus manos y, cuando está a punto de decirme algo, dos toscos borrachos llegan a nuestra mesa interrumpiendo nuestro diálogo.

—Oigan —dice uno— ¿nos regalan un cigarro?

Dalia toma la cajetilla de Camel y la estira para que tome uno.

—No, no —se queja el otro—, de esos no.

Dalia retira la cajetilla y, por primera vez, los mira:

—Entonces váyanse —y vuelve a mirarme intentando acordarse de lo que me estaba diciendo.

—Pinche mamona —dice uno.

—Culera —añade el otro.

—¡Váyanse a la verga! —les responde poniéndose de pie, yo intento tomarle el brazo pero ella se sacude mi mano para no detenerla.

—Pinche loca —dice uno.

—Loca tu madre, idiota —ella contesta.

—¡Cálmate, puta! —dice el otro.

—¡Puta tu puta madre, pendejo!

—Nomás porque eres vieja no te parto la madr-e.

El sujeto apenas termina de decir la palabra ‘madre’ cuando Dalia le propina un certero puñetazo en la barbilla que lo hace tambalear unos pasos atrás. El otro quiere intervenir pero yo me le atravieso, me empuja fuerte pero me detiene la mesa que por poco se viene abajo con todo y botellas.

—¡Puta de mierda! —amenaza el sujeto golpeado—. Nomás porque eres vieja no te parto el hocico, perra maldita.

—¡No me la partes porque no puedes!

—Pero conozco a una que sí te va a parar de cabeza, perra de mierda —amenaza por último y, seguido de su compinche, salen del restaurante de comida morelense.

—¿En qué estábamos? —ella me pregunta, instantes después lo recuerda y, como un romántico ritual, pega su frente en la mía cerrando los ojos, yo también los cierro y, tras una reflexiva pausa que compartirnos perfectamente sin decirnos nada, nos sumergimos filosóficamente en una sola voz.

Como en los Diálogos de Platón.

 

43.2    ¿Por qué criticas a los filósofos? Exclusivamente a los metafísicos. ¿Por qué? No lo sé. ¿Por qué no lo sabes? Porque es algo inexplicable. ¿Indecible? Sólo mostrable. ¿Qué sientes que representan? A la hipocresía. ¿La falsedad? Como negación de la autenticidad filosófica. ¿Y no sólo es diferencia en vez de inautenticidad? Es diferente por inauténtica: su pretensión de verdad absoluta únicamente en lo que les conviene., e.g., la ética, la estética y, súper-estructuralmente, las premisas fundamentales de la economía política. ¿El bien y el mal? Lo bello y lo feo. Y, en cuanto a lo económico, el paradigma de la propiedad privada, por ejemplo. Eres toda una revolucionaria. ¿Por qué la moral no es esencial en sentido fundamental? La respuesta es su análisis histórico, el análisis lingüístico de la moral de la humanidad, de diversas comunidades. Hay tantas morales como culturas. ¿Es contingente? Lo muestra el propio proceso de aprendizaje del lenguaje, por ejemplo, cómo aprendemos el uso de palabras como ‘bueno’, ‘malo’, ‘bello’, ‘feo’, ‘justo’ e ‘injusto’. La moral es arbitraria, contingente, descriptible históricamente. Ya lo dijo Nietzsche en su Genealogía de la moral, en el fondo es sólo un código de comportamiento para garantizar la supervivencia de una comunidad, cultura o grupo social. La moral no es inmutable, pertenece al mundo físico aunque se legitime en un supuesto mundo metafísico. Los dos tipos de morales: la de amos y la de esclavos. La primera valora la fortaleza, la valentía y el orgullo como algo bueno para éstos. La segunda, por el contrario, valora la sumisión, la obediencia y la humildad como algo bueno para éstos porque sólo así podían sobrevivir. Si no eran sumisos, obedientes o y/o humildes los mataban. Los amos, a su vez, se describían como aquello que precisamente los hacía ser amos: si no eran fuertes, valientes y orgullosos dejaban de serlo. Pero todo cambia cuando aparece Jesús y su revolución, se propaga el cristianismo como paradigma de la moral y, tras invertirse los valores griegos, la moral de esclavos se instaura con validez supuestamente universal, absoluta y esencial. Lo trascendental, el reino de los cielos o mi reino no es de este mundo. No obstante, esa es tan sólo una moral de muchas y, no sobra decir, todas tienen el mismo rigor fundamental para argumentar sus propias premisas. Se trata de sobrevivir, cada tipo de entidad tiene sus correspondientes problemas para ello y, consecuentemente, su configuración ética diferirá por completo.

No hay moral esencial, universal y/o fundamental.

 

43.3    Pagamos la cuenta y casi no nos alcanzó el dinero, salimos del restaurante y, al atravesar el estacionamiento, nos topamos sorpresivamente con los anteriores patanes, empero, ahora acompañados de una gigantesca, ruda y fornida mujer con una serie de violentos tatuajes en sus robustos brazos.

 

Continúa 44

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".